En el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia ha resplandecido la equidad
LA HABANA, Cuba.- Este lunes se conoció el fallo de la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, sobre la más reciente demanda presentada por Bolivia contra Chile. El fallo, que declaró no haber lugar a las pretensiones del primer país, fue contundente y alcanzó una clara mayoría: 12 votos contra 3.
El antecedente histórico más relevante de este diferendo fue la llamada Guerra del Pacífico, librada a fines del Siglo XIX. Ese conflicto enfrentó a Chile, de una parte, contra Perú y Bolivia, aliados entre sí. La conflagración se saldó con la pérdida, por parte de este último estado, de toda su zona ribereña del gran océano, lo cual incluyó más de 400 kilómetros de línea costera y el área aledaña, de extensión similar a la de Cuba.
Los resultados de la derrota sufrida en 1879 quedaron plasmados en un tratado suscrito entre Bolivia y Chile en 1904. Desde entonces, la conversión de la república andina en un país mediterráneo (el único de nuestro Hemisferio, aparte del Paraguay) se ha convertido en un leitmotiv que suelen tararear a coro los políticos bolivianos.
Recuerdo, de mis tiempos de estudiante universitario, la propaganda patriotera que exhibían mis compañeros de Bolivia. Ella aparecía expresada en un lema: “Diez estrellas tiene la Patria”. Esta consigna aludía al escudo de armas. En la actualidad, ese emblema ostenta sólo nueve de esos símbolos astrales: uno por cada departamento en que está dividido el país en estos tiempos. El lema exhortaba a no olvidar la décima provincia: la del Pacífico, perdida en la guerra con Chile.
Está claro que el propósito último (aunque no confesado) de La Paz es revisar los resultados determinados por la derrota sufrida hace casi 140 años. Se trata de una causa en la que los bolivianos se encuentran solos en el plano internacional. Al menos, entre los gobiernos civilizados y responsables.
No así entre los aventureros del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, que apoyan sin recato las aspiraciones de Evo Morales. El régimen de La Habana, que se ufana de tener una “política de principios”, ha dado muestras, en este asunto, de actuar más bien como una veleta. Ésa es una de las consecuencias adversas de permanecer tantos decenios en el poder. Cuando gobernaba Salvador Allende, manifestaban comprensión y respaldo a la postura chilena; ahora, sin ver en ello contradicción alguna, apoyan de lleno a los bolivianos…
Es obvio que una luz verde a los propósitos revisionistas de La Paz daría pie a reivindicaciones similares de numerosos estados que han perdido territorio como resultado de guerras diversas. ¿Seremos capaces de imaginar los resultados que —¡a estas alturas!— podrían ocasionar los llamados de un demagogo alemán a recuperar la Alsacia o la Lorena? ¿O —si vamos al caso— los de un francés que demande la reincorporación a su país del Sarre? ¡Sería el desastre!
El reclamo patriótico, nunca abandonado por Bolivia y sus hombres públicos, ha llegado a extremos insospechados bajo el gobierno de Evo Morales. En la demanda ahora fallada, y que se presentó por órdenes del exlíder cocalero, se pretendía que se declarase la existencia de una obligación del Estado Chileno de negociar la salida al mar.
No es que la patria de O’Higgins haya estado renuente a procurar una solución mutuamente aceptable para el diferendo existente. De hecho, su participación en anteriores tratativas con Bolivia para intentar encontrar un acuerdo que permitiese salir del actual impasse es lo que sirvió de pretexto a Evo Morales para presentar la demanda ahora rechazada.
Las negociaciones que se han realizado hasta ahora se han centrado en otorgar a Bolivia una pequeña franja de terreno que le permitiría salir de nuevo al Pacífico. A cambio de ello, sería necesaria una contraprestación de territorio boliviano que pasaría bajo soberanía chilena. Pero esto no parece del agrado de Morales. En ese contexto, no se comprende a qué tipo de “acuerdo” aspira él.
Las reacciones al fallo no se han hecho esperar: “Hoy es un gran día para Chile”, expresó el presidente Sebastián Piñera desde el Palacio de la Moneda. Y agregó (creo yo que con notable acierto): “Pero también es un gran día para el Derecho Internacional”.
Estos pronunciamientos del Jefe de Estado chileno, a raíz de la justa victoria, son más generosos (aunque no más justos) que los que expresara con anterioridad: “Evo Morales ha creado falsas expectativas a su propio pueblo y nos ha hecho perder cinco años”. Más tajante fue la alcaldesa de Antofagasta: “Lo que ha hecho Evo Morales ha sido mentir y confundir a su propia comunidad”.
Por su parte, el antiguo líder cocalero, al conocer el fallo adverso, forzó la sintaxis castellana y declaró: “Bolivia nunca va a renunciar a su enclaustramiento”; a lo que agregó: “Mediante una invasión hemos sido arrebatados del acceso al Océano Pacífico”.
Aunque él trate de presentar buena cara al mal tiempo, el hecho cierto es que el varapalo recibido en La Haya le resultará contraproducente en sus ansias de eternizarse en el poder. Confiemos en que al menos ese efecto positivo se logre de su intento, demagógico y aventurero, por violentar el Derecho Internacional e inspirar falsas esperanzas al noble pueblo boliviano.
LA HABANA, Cuba.- Este lunes se conoció el fallo de la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, sobre la más reciente demanda presentada por Bolivia contra Chile. El fallo, que declaró no haber lugar a las pretensiones del primer país, fue contundente y alcanzó una clara mayoría: 12 votos contra 3.
El antecedente histórico más relevante de este diferendo fue la llamada Guerra del Pacífico, librada a fines del Siglo XIX. Ese conflicto enfrentó a Chile, de una parte, contra Perú y Bolivia, aliados entre sí. La conflagración se saldó con la pérdida, por parte de este último estado, de toda su zona ribereña del gran océano, lo cual incluyó más de 400 kilómetros de línea costera y el área aledaña, de extensión similar a la de Cuba.
Los resultados de la derrota sufrida en 1879 quedaron plasmados en un tratado suscrito entre Bolivia y Chile en 1904. Desde entonces, la conversión de la república andina en un país mediterráneo (el único de nuestro Hemisferio, aparte del Paraguay) se ha convertido en un leitmotiv que suelen tararear a coro los políticos bolivianos.
Recuerdo, de mis tiempos de estudiante universitario, la propaganda patriotera que exhibían mis compañeros de Bolivia. Ella aparecía expresada en un lema: “Diez estrellas tiene la Patria”. Esta consigna aludía al escudo de armas. En la actualidad, ese emblema ostenta sólo nueve de esos símbolos astrales: uno por cada departamento en que está dividido el país en estos tiempos. El lema exhortaba a no olvidar la décima provincia: la del Pacífico, perdida en la guerra con Chile.
Está claro que el propósito último (aunque no confesado) de La Paz es revisar los resultados determinados por la derrota sufrida hace casi 140 años. Se trata de una causa en la que los bolivianos se encuentran solos en el plano internacional. Al menos, entre los gobiernos civilizados y responsables.
No así entre los aventureros del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, que apoyan sin recato las aspiraciones de Evo Morales. El régimen de La Habana, que se ufana de tener una “política de principios”, ha dado muestras, en este asunto, de actuar más bien como una veleta. Ésa es una de las consecuencias adversas de permanecer tantos decenios en el poder. Cuando gobernaba Salvador Allende, manifestaban comprensión y respaldo a la postura chilena; ahora, sin ver en ello contradicción alguna, apoyan de lleno a los bolivianos…
Es obvio que una luz verde a los propósitos revisionistas de La Paz daría pie a reivindicaciones similares de numerosos estados que han perdido territorio como resultado de guerras diversas. ¿Seremos capaces de imaginar los resultados que —¡a estas alturas!— podrían ocasionar los llamados de un demagogo alemán a recuperar la Alsacia o la Lorena? ¿O —si vamos al caso— los de un francés que demande la reincorporación a su país del Sarre? ¡Sería el desastre!
El reclamo patriótico, nunca abandonado por Bolivia y sus hombres públicos, ha llegado a extremos insospechados bajo el gobierno de Evo Morales. En la demanda ahora fallada, y que se presentó por órdenes del exlíder cocalero, se pretendía que se declarase la existencia de una obligación del Estado Chileno de negociar la salida al mar.
No es que la patria de O’Higgins haya estado renuente a procurar una solución mutuamente aceptable para el diferendo existente. De hecho, su participación en anteriores tratativas con Bolivia para intentar encontrar un acuerdo que permitiese salir del actual impasse es lo que sirvió de pretexto a Evo Morales para presentar la demanda ahora rechazada.
Las negociaciones que se han realizado hasta ahora se han centrado en otorgar a Bolivia una pequeña franja de terreno que le permitiría salir de nuevo al Pacífico. A cambio de ello, sería necesaria una contraprestación de territorio boliviano que pasaría bajo soberanía chilena. Pero esto no parece del agrado de Morales. En ese contexto, no se comprende a qué tipo de “acuerdo” aspira él.
Las reacciones al fallo no se han hecho esperar: “Hoy es un gran día para Chile”, expresó el presidente Sebastián Piñera desde el Palacio de la Moneda. Y agregó (creo yo que con notable acierto): “Pero también es un gran día para el Derecho Internacional”.
Estos pronunciamientos del Jefe de Estado chileno, a raíz de la justa victoria, son más generosos (aunque no más justos) que los que expresara con anterioridad: “Evo Morales ha creado falsas expectativas a su propio pueblo y nos ha hecho perder cinco años”. Más tajante fue la alcaldesa de Antofagasta: “Lo que ha hecho Evo Morales ha sido mentir y confundir a su propia comunidad”.
Por su parte, el antiguo líder cocalero, al conocer el fallo adverso, forzó la sintaxis castellana y declaró: “Bolivia nunca va a renunciar a su enclaustramiento”; a lo que agregó: “Mediante una invasión hemos sido arrebatados del acceso al Océano Pacífico”.
Aunque él trate de presentar buena cara al mal tiempo, el hecho cierto es que el varapalo recibido en La Haya le resultará contraproducente en sus ansias de eternizarse en el poder. Confiemos en que al menos ese efecto positivo se logre de su intento, demagógico y aventurero, por violentar el Derecho Internacional e inspirar falsas esperanzas al noble pueblo boliviano.
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