Resulta llamativa la falta de reacción del gobierno castrista ante las graves acusaciones formuladas contra su personal médico en Bolivia
LA HABANA, Cuba.- Una modalidad castrista de la chivatería es la llamada “Opinión del Pueblo”. Se trata de un modo de delatar que probablemente cuente con el aplauso de todos los soplones vergonzantes. Su gran ventaja radica en que no es necesario precisar el nombre ni otros datos personales de la víctima. Esto, a su vez, dificulta que la identidad del informante llegue a ser conocida por el sujeto de sus confidencias.
En esta sociedad de autoritarismo y coacción que impera en Cuba, la “Opinión del Pueblo” es el medio idóneo para que la Jefatura conozca qué piensa en realidad la ciudadanía. Basta un tímpano insomne. Cualquier comentario que el delator oiga en un lugar privado, procede a consignarla en un papel que después eleva. Escuadrones de burócratas consolidan toda la información. No se necesita brindar datos que permitan localizar al autor de cada dicho. Sólo hace falta saber qué dijo.
Pero, tras esta breve introducción, es hora de entrar en materia. En este caso se trata de las certeras banderillas que, con un tino que algunos no hubieran esperado de una dama, ha clavado en el lomo castrista la nueva presidenta de Bolivia, la señora Jeanine Áñez.
Las primeras incidencias de ese enfrentamiento se observaron desde el mismo momento de su toma de posesión. Un grupo de mandantes del Destacamento Médico Cubano, con alforjas repletas de dinero, recorría las calles de La Paz. Al ser detenidos con las manos en la masa, adujeron que estaban repartiendo las mesadas a los miembros de ese contingente.
Pero los agentes del orden afirmaban que, en realidad, su actuación estaba encaminada a financiar los grupos subversivos que, enarbolando el nombre del renunciante Evo Morales, procuraban por todos los medios sembrar el caos social y político en el país del Altiplano. ¡Mal pensados que son esos policías! (¡Ah, pero no dice el sabio refrán que “piensa mal y acertarás”?).
En cualquier caso, el breve encontronazo se saldó con la expulsión hacia Cuba de los burócratas repartidores de dinero. Poco más tarde los siguió el conjunto de los miembros del flamante Destacamento. (No está del todo claro si fueron retirados por la Parte Cubana —pese a sus constantes protestas de amor por los pueblos nativos— o echados por la presidenta Áñez).
Con posterioridad han ido aflorando detalles escabrosos relacionados con la calificación (o falta de ella) y con la actuación de esos facultativos. Primero dijeron que sólo una pequeña minoría contaba con el diploma de Doctor en Medicina (205 de 702; o sea, el 29%). En fecha más reciente puntualizaron el dato, al afirmar que muchos de ellos eran simples “curanderos” y “yerbateros”.
Por su parte, el prestigioso Colegio Médico de La Paz aprovechó el mutis de Evo Morales para preguntar a las autoridades sobre el “dinero malgastado” en los galenos provenientes de la Gran Antilla. Con la suma desperdiciada en pagar a los cubanos “podrían haberse contratado cuatro veces más médicos para el sistema de Salud del país”, afirmó el presidente del gremio profesional.
Según DDC, la ministra de Comunicaciones del nuevo gobierno de Bolivia, Roxana Lizárraga Vega, afirmó que “al menos un centenar de cubanos que llegaron a Bolivia como parte de las brigadas médicas eran en realidad agentes de la inteligencia cubana”. Esto podrá ser noticia para alguien que haya vivido el “socialismo del siglo XXI” por poco más de un decenio. Para un cubano que lo ha padecido por más de sesenta años, eso es cosa sabida.
Lo que llama la atención es la falta de reacción del aparato propagandístico del castrismo frente a las severas acusaciones. ¡Por mucho menos que eso estuvieron arremetiendo durante días contra el nuevo gobierno que encabeza Jair Bolsonaro! No había noticiero por el que no desfilaran dos o tres médicos recién llegados de Brasil que repetían lo que el Departamento Ideológico del castrismo deseaba oír y propalar.
En esta ocasión no ha sucedido lo mismo. Y por falta de pretextos no ha sido: Acabamos de celebrar el natalicio del gran sabio camagüeyano Carlos J. Finlay, Día de la Medicina Latinoamericana. La fecha ha sido propicia para un duelo de cursilería entre los dos diarios nacionales: Juventud Rebelde, con “La profesión que llena de besos las manos”; Granma, con un titular de primera plana: “Embajadores de amor, paz y vida”.
Este último trabajo, en su párrafo final, se da por aludido; menciona el milagro, pero no el santo. Leemos allí: “No importa cuántas sórdidas falacias se desplieguen […] Nuestros galenos serán recordados siempre por haber hecho de la Medicina un ejercicio profundamente humano”. ¿Los de Cuba! ¡Y yo que creía que ésa es una característica de esa noble profesión desde los tiempos de Hipócrates y en todo el mundo! ¡Mira que son prepotentes y equivocados estos comunistas!
Los recios banderillazos de la señora Áñez en Bolivia, su Ministra de Comunicaciones y el Presidente del Colegio Médico de La Paz, han recibido en Cuba la callada por respuesta. (También permanecen silenciosos los burócratas corruptos de la Organización Mundial de la Salud y de su subsidiaria panamericana —la OPS— que, como modernos proxenetas, han sido cómplices y beneficiarios de la despiadada explotación que sufren en el extranjero los médicos cubanos, quienes reciben menos de la cuarta parte de lo desembolsado por sus servicios).
Y aquí viene al caso retornar al inicio de este trabajo periodístico. ¿A qué se deberá esa pasividad actual del aparato agitador del castrismo? ¿Será que mediante la “Opinión del Pueblo” detectaron que su campaña publicitaria anterior fue contraproducente? Es probable. ¡Y bien empleado que les está!
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