Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
Acaba de cumplirse un año de la estancia de Julián Assange,
fundador de WikiLeaks, en la embajada en Londres de la República del Ecuador.
El gobierno de ésta insiste en que al australiano, quien está acusado en Suecia
por la comisión de dos delitos sexuales, se le otorgue un salvoconducto que le
permita abandonar Inglaterra con destino al país sudamericano.
Con el aparente propósito de viabilizar la solución del
asunto, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño se ha trasladado a la capital
del Reino Unido. Su objetivo expreso es entrevistarse con su homólogo británico
para tratar el diferendo. No obstante, su primer acto público en esa ciudad fue
sostener un coloquio con el conocido asilado.
Por supuesto que la pretensión del Ecuador carece por
completo de una fundamentación jurídica seria. Tanto es así que, pese a algunos
amagos en contrario, ese país se ha abstenido de someter el caso a instancias
internacionales, donde hubiera llevado la de perder. El asilo en sedes
diplomáticas es una institución puramente regional; como regla, se otorga y
acepta sólo en embajadas de estados de Latinoamérica enclavadas en países de
esta misma parte del mundo. ¿Ignoran esto el señor Patiño y sus asesores?
No se le debe confundir con el de carácter territorial, que
es el que cualquier gobierno puede conceder a las personas que logran cruzar
sus fronteras. El asilo diplomático —por el contrario— está regulado en varias
convenciones acordadas y ratificadas por países de Nuestra América: las de La
Habana en 1928, Montevideo en 1933 y Caracas en 1954.
Aunque de modo excepcional se ha otorgado en embajadas de
otros estados, esto sólo ha ocurrido en casos de guerras civiles u otras
conmociones graves del orden público. Y sólo a favor de personas cuya vida o
integridad física corren gran peligro. Resulta obvio que ése no es el caso de
países prestigiosos, estables y respetuosos de la Ley como Inglaterra y Suecia.
¿Claudicarán los británicos ante el hecho consumado creado
por las autoridades ecuatorianas? No cabe excluir ninguna posibilidad, porque
ya se sabe que la política es una señora muy veleidosa. Pero me permito dudar
que el gobierno de David Cameron ceda ante esto que puede ser calificado como
un verdadero chantaje del régimen de Rafael Correa.
Para colmo, los diplomáticos ecuatorianos en Londres ni
siquiera han tenido el pudor de forzar a su controvertido inquilino a mantener
un bajo perfil. Todo lo contrario: meses atrás, le permitieron dirigir la
palabra, desde un balcón de su embajada, a un grupo de partidarios que se
congregaron ante ella: una grosera provocación. También toleran que Assange
formule declaraciones a la prensa desde el interior de su santuario.
A mediados del pasado siglo, el gobierno del Perú —para el que
sí regían las convenciones arriba mencionadas— se negó durante más de un
decenio a otorgar el salvoconducto solicitado por la embajada colombiana para
el líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre. ¿Qué impide que un país de tanta
historia y prestigio internacional como el Reino Unido adopte una posición
similar, máxime cuando ningún tratado internacional lo obliga a hacer lo
contrario!
Actuar de otro modo representaría ceder al chantaje y sentar
un precedente malsano, que podría ser aprovechado después por cualquier país
para forzar a un estado soberano a cumplir compromisos que no ha asumido de
manera libre, y para ganar de paso, con poco esfuerzo, notoriedad mundial y
destaque informativo para su mandón de turno, como el que en este caso ha
obtenido Correa.
La Habana, 17 de junio de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario