René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
Recién concluido el IX Congreso de la Unión de Periodistas
de Cuba (UPEC), el diario gobiernista Granma
del pasado martes dedicó al tema un artículo del colega Alberto Alvariño
Atiénzar, que ocupó una página completa. Resulta obvio que ese texto, publicado
en el órgano del Comité Central del partido único, pretende hacer el resumen
autorizado del evento. ¿Qué pone de manifiesto ese documento?
Tras una sesgada introducción de carácter histórico, lo
primero que hace el informador oficialista es señalar con toda claridad por
dónde vienen los tiros: La prensa cubana —dice— “se fundamenta en los preceptos
de la Constitución de la República y la política trazada por el Partido en su
condición de fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
De inmediato Alvariño Atiénzar sale del ámbito nacional para
pasar al tema de la Perestroika y la Glasnost de la era de Gorbachov en la
extinta Unión Soviética. Según él, en el gran país eurasiático “los medios de
comunicación masiva… apuntaron contra los planes principales de aquella
sociedad, el Partido, la historia, las fuerzas armadas y las instituciones del
Estado”.
Conforme a lo que argumenta el autor, lo anterior se hizo de
tal forma que “prestaron un servicio a la ideología y los objetivos enemigos, a
las actividades oportunistas y traidoras”. Es decir, que la determinación de si
lo que informaban esos órganos de prensa era verdad o mentira no se toma en
consideración. Lo único importante es si se ayudaba o no al mantenimiento del statu quo. Esto parece ser un excelente
indicio para que sepamos qué se pretende ahora de los medios oficialistas de
nuestro Archipiélago.
Aunque en los documentos emanados del Congreso de la UPEC se
habla de la información como “un derecho ciudadano”, el verdadero sentido de
este enfoque se ha puesto de manifiesto con el reciente escándalo provocado por
la intercepción en Panamá de un buque de Corea del Norte que de manera oculta transportaba
armas desde Cuba hacia el referido país asiático.
Los flamantes “órganos de prensa” cubanos se han limitado a
reproducir la Declaración emitida al respecto por el Ministerio de Relaciones
Exteriores de la Isla. No han añadido absolutamente nada a esa versión oficial
de los hechos; ni siquiera algunas imágenes que complementen e ilustren lo
expresado en palabras.
Hasta ahí llegan los propósitos exteriorizados en el
Congreso (de los que se hace eco Alvariño) acerca del fin de “reflejar la
realidad cubana en toda su diversidad”, así como de “informar de manera
oportuna, objetiva, sistemática y transparente la política del Partido y los
problemas, dificultades, insuficiencias y adversidades que enfrentamos”.
Unas líneas después, el autor define el alcance de sus
conceptos: “En los pronunciamientos y orientaciones de Fidel y Raúl y los
órganos de dirección del Partido están planteadas con riqueza las líneas
presentes y futuras para nuestro periodismo”. Y agrega: “De lo que se trata
ahora es de ser consecuentes con esas definiciones”. ¿Qué es lo que no procede?:
“Desconocer lo que está claramente delineado, que es voluntad y mandatos
supremos”.
Esto mismo pudiera expresarse de manera mucho más simple:
Hay que hacer lo que manden los jefes. En ese contexto, ¿cuál es el papel de
los medios?: “Actuar de modo enérgico con la autoridad conferida, en aras de
cumplir su función social, sin cortapisa, y desplegar en toda su extensión su
posibilidad informativa, educativa, compulsiva y moralizadora ilimitada”.
Después de tanta palabrería, la llamada “prensa cubana” (la
oficialista, claro está) seguirá constituyendo una masa incolora, sometida al
funesto Departamento Ideológico del partido único. Ella deberá callar la mayor
parte del tiempo, aplaudir siempre al gobierno y criticar al “enemigo yanqui” y
su “criminal bloqueo”. Se tratará —pues— de “una prensa a la altura de la
Revolución”.
En resumidas cuentas, cabe citar el refrán: Para ese viaje no hacían falta tantas
alforjas. Por suerte, los medios informativos de nuestra Patria no se
limitan a los que cuentan con la anuencia del sistema totalitario. Existe
también la aguerrida prensa independiente cubana, la cual, aunque por ahora
sigue careciendo de medios para llegar al conjunto de la población, goza, por
fortuna, de excelente salud. La Habana, 18 de julio de 2013.
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