Dr. René Gómez Manzano
Abogado y Periodista Independiente
El más reciente brete de los “socialistas del siglo XXI” ha
estado a cargo del presidente boliviano Evo Morales, cuando su avión quedó
varado por algunas horas en el aeropuerto de Viena tras visitar Moscú. La
medida se debió a la negativa de varios gobiernos europeos a permitirle
aterrizar o sobrevolar su territorio, ante la posibilidad de que viajase a
bordo el fugitivo ex agente de la CIA Edward Snowden.
Al surgir la nueva situación, Álvaro García Linera, vicejefe
del estado sudamericano, saltó de inmediato a la palestra. En un programa
especial transmitido por la cadena TeleSur, afirmó que su superior se
encontraba “secuestrado”. De inmediato se planteó que el suceso constituía una
provocación que afectaba no sólo al caudillo populista altoperuano, sino a todo
el continente.
Entre otras mentiras, García Linera repitió que Evo es “el
primer presidente indígena” de nuestra región. Con mezquinos fines de agitación
y propaganda, los izquierdistas carnívoros siguen desconociendo que ese título
le corresponde, de pleno derecho, al gran Benemérito
de las Américas, Don Benito Juárez, quien al encabezar la lucha de los
mexicanos contra la injerencia francesa, se convirtió en uno de nuestros
próceres.
Otro planteamiento del Vicepresidente que despierta serias
dudas, es el relativo a que la decisión de los gobiernos europeos “viola las
convenciones internacionales”. Esta afirmación, que se hizo sin citar algún
precepto concreto, carece de fundamento. Pese a ello, es probable que en la
reunión de UNASUR convocada de urgencia para tratar el asunto, se respalde de
lleno lo planteado al respecto por Bolivia.
Los “socialistas del siglo XXI”, que tanto invocan la
soberanía cuando ello conviene a sus intereses coyunturales, deberían tener presente
en este caso que el control de su espacio aéreo es una facultad de cada estado.
Por supuesto que ningún gobierno está obligado a aceptar que en su territorio
penetre todo aquel a quien le dé la gana de hacerlo.
Considero —pues— que el acto no presenta viso alguno de
ilegalidad. Lo que sí sería correcto es calificarlo de inamistoso. O, en caso
extremo, de “inadmisible, infundado y arbitrario”, como lo hizo el gobierno
cubano en una declaración de su Ministerio de Relaciones Exteriores. En este
contexto, convendría valorar las circunstancias que tomaron en cuenta las
autoridades implicadas para adoptar una decisión que —como es obvio— tiene un
carácter extremo.
Es el caso que los líderes del mundo consideran al flamante
jefe del no menos flamante Estado Plurinacional como una persona perfectamente
capaz de prestarse a escenificar un acto rocambolesco: A servir de tapadera a
un sujeto que huye para eludir la acción de la justicia de su propio país,
acogiéndolo en su avión como una especie de polizón.
Esto habla de modo harto elocuente sobre el concepto en que
los políticos serios tienen al antiguo líder cocalero. Caso que —por cierto— es
el mismo del venezolano Maduro, quien, más suertudo o marrullero, se salvó,
tras visitar también Moscú, de correr la suerte de su homólogo, gracias a su
decisión de visitar a su gran socio, el dictador bielorruso Lukashenka.
A todas estas, Morales y sus amigos no han perdido la
ocasión de arremeter también contra “el Imperio”. Tratan de presentar a una
potencia prestigiosa tal cual —por ejemplo— Francia, como una especie de
colonia que, al prohibir el sobrevuelo del avión presidencial boliviano, se
limitaba a cumplir las órdenes emanadas de Washington.
Estos extremistas pierden —pues— de vista que es natural que
un gobierno evite adoptar medidas que irriten a otro que es no sólo amigo, sino
también aliado suyo. Resultaría ridículo pensar que, puestos a escoger entre
molestar a Barack Obama o a Evo Morales, los líderes galos hubiesen optado por
el primero. Que es —ni más ni menos— lo que pretenden ahora los “socialistas
del siglo XXI”.
La Habana, 4 de julio de 2013.
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