Dr.René
Gómez Manzano
Abogado y periodista Independiente
LA
HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Entre
los numerosos relatos que ilustran la vida cotidiana en Corea del
Norte, hay uno que me resulta particularmente interesante por su
poder descriptivo. Lo escuché de labios de un “misionero”,
término que en este caso no tiene connotación religiosa alguna,
pues sólo alude a uno de los funcionarios cubanos que integran lo
que en lenguaje maoísta se conoce como “burocracia
viajera”.
Mientras
el recién llegado contaba los wons que acababan de entregarle en
concepto de dietas, el compatriota que lo acompañaba —un
diplomático de bajo rango en la Embajada cubana— le hizo una
propuesta inesperada: “Si me enseñas a algún coreano que no lleve
en el pecho la imagen de Kim Il Sung, te regalo una suma igual a la
que acabas de recibir”.
Tras
una semana de estancia en Pyongyang, por mucho que se fijó, no logró
ver a un solo nativo que no exhibiera, justo sobre el corazón, la
chapa metálica con el rostro torvo del fundador de la dinastía.
Esta
anécdota refleja con elocuencia las realidades del régimen
estalinista, que en esa desdichada mitad de la península coreana ha
alcanzado un grado insuperable de absolutismo y perfección. No en
balde, Fidel Castro, al retornar de la visita que hizo a esa capital,
se deshizo en elogios sobre la “disciplina” y la “gran
organización” reinantes en la satrapía de la familia Kim.
He
recordado este episodio con motivo del llamado hecho hace unos días
por el ex recluso René González Sehwerert: que cada cubano
exhibiese una cinta de color amarillo para conmemorar el aniversario
15 de la detención en Miami de la docena de espías de la Red
Avispa. (Aclaro que, de todos estos últimos, los únicos que
interesan ahora a mi tocayo y a sus jefes son los cinco que asumieron
una postura recalcitrante frente a las autoridades
norteamericanas).
Este
jueves recorrí distintos puntos concurridos de mi Vedado; también
recibí información de primera mano de personas serias que visitaron
otros lugares céntricos de la capital. Lo que se percibió en las
calles fue un desprecio mayoritario por la consigna martillada
durante días por la propaganda comunista.
La
cifra más alta que me mencionaron fue la correspondiente al centro
de la ciudad: poco más de un diez por ciento de los adultos con
alguna ropa o cinta de color dorado. En términos comparativos,
estamos hablando —pues— de una minoría bastante exigua.
Para
colmo, la generalidad de los que yo personalmente vi, eran
trabajadores, y ya se sabe que, en un centro laboral, no resulta
fácil negarse a imitar a los conductores del rebaño. También
llamaron mi atención, entre los amigos de las telas gualdas, algunos
vendedores ilegales, que al parecer deseaban hacerse perdonar sus
infracciones.
Resulta
oportuna una aclaración: En un país libre, una proporción como la
antes mencionada podría ser considerada como un éxito. Pero en un
estado totalitario como el de nuestro archipiélago, que aspira a
controlar por completo a sus súbditos y mira con envidia hacia
Norcorea, ella sólo puede ser valorada como un verdadero fiasco del
régimen, que demuestra de modo elocuente el resquebrajamiento del
control social que el castrismo desearía mantener.
Es
bueno señalar que el fracaso de la iniciativa fue reconocido de
manera tácita por los voceros oficialistas. Los participantes en la
Mesa Redonda, que estuvo consagrada por entero al tema, se
extendieron en la descripción de los actos de solidaridad con Los
Cinco realizados en lugares como Rusia, Irlanda o el Líbano. Pero
guardaron total silencio sobre los resultados que tuvo en la misma
Cuba la campaña lanzada por González Sehwerert. Silencio análogo
guardó el Noticiero Nacional de Televisión.
Aclaro
que generalizo y atribuyo el fiasco al actual gobierno cubano porque
ya se sabe que en este país —al igual que en los demás de su
mismo corte— ninguna persona, por muy miembro de Los Cinco que sea,
puede hacer por su cuenta una convocatoria de ese tipo. (Y suponiendo
que la hiciera, el llamado no recibiría el apoyo total de los medios
si no va precedido por una decisión de la jefatura del régimen.).
El
rechazo mayoritario de los ciudadanos cubanos al sistema imperante
desde hace más de medio siglo, se pone de manifiesto de modos
diversos. A ellos ahora ha venido a sumarse otro, que consiste
simplemente en aplicar el conocido refrán y “hacerle el caso del
perro” a las instrucciones concretas provenientes de las altas
esferas.
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