René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
Opté
por dejar pasar unos días antes de redactar unas líneas sobre el lamentable
deceso del eminente economista independiente cubano Oscar Espinosa Chepe,
acaecido en Madrid el pasado lunes. Sabía que muchos colegas escribirían al
respecto, pero no me intimidó la idea de que mis posibles argumentos fuesen
empleados antes por esos otros periodistas alternativos.
Ciertamente
fue grande el número de los trabajos que se publicaron sobre ese miembro del Grupo de los 75, preso de conciencia en licencia
extrapenal que, al fallecer, todavía adeudaba lustros de cárcel. Cubanet, el prestigioso diario digital
del que era asiduo colaborador, publicó el martes, por sí solo, seis trabajos
consagrados al distinguido profesional. Un merecidísimo homenaje.
Conocí
a Oscar en la década de los setenta, cuando ambos trabajábamos en el conjunto
arquitectónico ocupado en parte por un organismo de nombre larguísimo: la
Comisión Nacional de Colaboración Económica y Científico-Técnica. Se trataba de
un antiguo edificio de apartamentos de lujo, ubicado en Primera esquina a B, en
el Vedado habanero.
Ambos,
por tener segundos apellidos poco frecuentes, éramos conocidos mayormente por
éstos. Chepe se ocupaba de coordinar, por la Parte Cubana, los vínculos con
varios países entonces socialistas de Europa Central, mientras yo me
desempeñaba como Asesor Jurídico del pequeño grupo encargado de la
participación de nuestro país en la gigantesca fábrica de reuniones y papeles
conocida como CAME: el Consejo de Ayuda Mutua Económica.
Se
trataba en puridad de dos órganos estatales diferentes, aunque radicábamos en
el mismo inmueble debido a que la jefatura de ambas entidades era ocupada por
el mismo dirigente. Tratábamos temas diversos, de modo que los contactos
laborales que teníamos Chepe y yo eran casi inexistentes. No obstante, como el
colectivo era pequeño, nos conocimos y tratamos, aunque sin mucha profundidad.
Andando
el tiempo, la decisión de vivir en la verdad que uno y otro tomamos por
separado nos acercó de nuevo en las filas de la disidencia interna. En el caso
de Chepe, la formidable labor de análisis económico que realizó fue castigada
con su encarcelamiento durante la tenebrosa Primavera
Negra de 2003.
Resulta
ilustrativa la inconsecuencia con la que el régimen castrista actuó en su caso:
Contra los encartados de aquel momento se esgrimió el pretexto de que servían a
los Estados Unidos y apoyaban el embargo mantenido por ese país contra Cuba. De
nada le sirvió a Chepe haber sido durante años —y hasta el día de su muerte— un
firme opositor a esas medidas. Los jueces castristas lo sancionaron igual.
A
quienes tuvimos el honor de tratarlo, nos quedará siempre el recuerdo de su bondad
y de su conversación sustanciosa, salpicada de graciosas anécdotas de los
tiempos en que creía en la justeza de las ideas comunistas. En esos relatos, la
índole alucinante de este sistema del absurdo se reflejaba con precisión no
menor que en sus argumentados artículos consagrados a los problemas de su
especialidad.
Durante
mi reciente viaje a los Estados Unidos tuve la oportunidad de constatar el
inmenso prestigio del que gozaba Chepe entre sus colegas. En el congreso de la
Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, los estudiosos consagrados a
estos temas —también profesionales competentísimos— expresaron a una sola voz su
contrariedad por la ausencia del ilustre cienfueguero, motivada por su
enfermedad.
Era
la primera ocasión en que él hubiese tenido la posibilidad de concurrir en
persona a ese tipo de eventos: la negativa a permitir viajes temporales de
disidentes al extranjero, mantenida durante decenios por el gobierno cubano y
levantada hace sólo meses, le impedía asistir. No obstante, siempre colaboró
con enjundiosas ponencias que eran seguidas con gran interés por sus colegas
residentes fuera de la Isla.
La
muerte de Chepe se une a la de otros activistas prodemocráticos que hemos
sufrido en la oposición interna cubana a lo largo de los años. Su nombre se
junta ahora en nuestro recuerdo al de otros que lo antecedieron en ese tránsito:
Jesús Yanes Pelletier, el asaltante del Moncada
Gustavo Arcos Bergnes, Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo Soto, Wilman Villar,
Laura Pollán, mi ex suegro Bienvenido Perdigón, Oswaldo Payá, Harold Cepero…
Muchos
han sido los caídos durante estos decenios de lucha pacífica. No son ni
remotamente tantos como los muertos en combate o fusilados durante los años
iniciales de castrismo, pero son los más cercanos a nosotros. Ellos hacen que
los más antiguos nos sintamos como una especie de náufragos que hemos logrado
sobrevivir mientras ellos han partido ya.
Pero
también nos señalan el camino a seguir. Su recuerdo nos inspira y su obra queda
como guía para los que seguimos sus pasos en esta batalla pacífica. En ese
sentido, Oscar Espinosa Chepe fue y seguirá siendo un ejemplo excepcional. La
Habana, 26 de septiembre de 2013.
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