lunes, 20 de julio de 2015

Desamparados en su camino final

No todos tienen la suerte de una familia que los cuide. Y si el Estado no puede brindarle las atenciones mínimas, ¿quién se ocupa de estos casos?

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Julio Alfonso Jorrín, en la calle G y 25 en el reparto Vedado esperando la ruta 20, para dirigirse a su casa (foto del autor)
Julio Alfonso Jorrín, en la calle G y 25 en el reparto Vedado esperando la ruta 20, para dirigirse a su casa (foto del autor)
LA HABANA, Cuba – Últimamente la prensa oficialista cubana no ha escatimado en artículos sobre el incremento progresivo de la vejez en la Isla, como un fenómeno cuya responsabilidad pesará sobre las próximas generaciones. Según cifras dadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2014 el 19% de los cubanos tenía 60 años o más, una cantidad de población que para 2050 podría llegar al 40% del total.
El conocido secretismo de las instituciones en Cuba hace creer que, con todo lo impresionante que pueden resultar esas cifras, aun así se trata de cantidades por debajo de la realidad. Difícil creer del todo que la esperanza de vida aumentó a 78 años de edad, o que la fecundidad muestra signos de recuperación.
Sin embargo, más allá de sospechas que difícilmente pueden ser comprobadas, un vistazo a la situación diaria de la vejez en Cuba vaticina un futuro muy incierto, cuando no obscuro, para ese gran segmento poblacional. Qué pasará dentro de unos años con esos ancianos desamparados, “si hoy los hospitales dan miedo, las medicinas escasean y cada vez hay más desamparados en las calles buscando alimentos”, como juzga un médico que prefirió no ser identificado para este reportaje.
En Cuba el ingreso del jubilado promedio son doce dólares mensuales. Se sabe que a ellos no les alcanza para vivir, así como que la infraestructura para asistencia social está bastante deteriorada. Por citar un ejemplo, para el medio millón de adultos mayores en La Habana sólo funcionan once hogares de ancianos en toda la ciudad.
Julio Alfonso Jorrín, de 60 años de edad, presenta un estado deplorable en su salud. Sus piernas están necrosadas por una linfagitis aguda, vecino de Zanja esquina Márquez González, municipio de Centro-Habana, nos manifiesta: “Hace muchos años fui ayudante carpintero, no me pude jubilar. Estoy desprotegido de la asistencia social”.
Fernando Cuevas en la Avenida Independencia y Calzada del Cerro (foto del autor)
Fernando Cuevas en la Avenida Independencia y Calzada del Cerro (foto del autor)
Ese, entre otros, es el motivo por el que tantos ancianos abandonados ‒o sencillamente hambrientos y sin posibilidades de competir en el mercado laboral‒ deambulen por la ciudad. Al pie de un gran contenedor de basura en la Plaza del Cristo, de La Habana Vieja, con frecuencia se para Raúl a esperar por los desperdicios “del mercado de Egido y otras placitas que hay por esta zona”. De 70 años, Raúl todavía trabaja como albañil y afirma ganar una pensión que ronda los siete dólares. “Hoy me llevo para mi casa un poco de plátano, tomate y ají, y además unas libritas extra para vender”, comenta triunfante.
Mientras, en Monserrate y Obispo, a solo unos metros del carísimo restaurante El Floridita, el Chino saca del basurero unos pescados y algo más para su jaba. “Algunos están buenos y los hiervo para comerlos. Nunca me ha pasado nada. También echan pollos, carnes, croqueticas y saladitos que la gente deja en el plato”. La pensión del Chino es de seis dólares.
No todos tienen la suerte de una familia que los cuide. Y si el Estado no puede brindarle las atenciones mínimas, ¿quién se ocupa de estos casos donde la miseria es la recta final? A juzgar por los números, mañana se repetirán muchas escenas como esta.
ernestogardiaz@gmail.com

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