lunes, 4 de julio de 2016

El fantasma de la perestroika en Cuba

Anda por las oficinas y pasillos del Comité Central, a la espera de lo inevitable

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Fidel Castro junto a Mijail Gorbachov (Foto: AP)
Fidel Castro junto a Mijail Gorbachov (Foto: AP)
LA HABANA, Cuba.- La caída del socialismo soviético ocurrió el 26 de diciembre de 1991. Varios años antes, mientras la prensa extranjera lo vaticinaba, en Cuba se prohibía la entrada de las publicaciones soviéticas, para que el pueblo ignorara lo que de todas formas iba a ocurrir.
El 27 de diciembre de ese mismo año, en una asamblea del Poder Popular, Carlos Aldana, jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista, arremetió contra los simpatizantes de la perestroika y los tildó de “contrarrevolucionarios potenciales”: “Nos enfrentamos”, dijo, “a la influencia de la perestroika y no pocos compañeros nuestros se han hecho perestroikianos y gorbachovianos, citando alternativas y soluciones que se suponía que si funcionaban en la URSS, eran las que nosotros debíamos de adoptar”.
Unos meses después, el 23 de septiembre de 1992, “el delfín de Fidel” fue expulsado de todos sus cargos. Carlos Aldana se había convertido en perestroikiano. Si su ascensión había sido fulminante, cuando en 1986 apareció en la escena política, la caída resultaba peor.
En 1988 había surgido en La Habana la organización Amigos de la Perestroika, presidida por el abogado Félix Fleitas, un viejo militante comunista que entre 1961 y 1962 fue jefe de Seguridad de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas). En sólo unos días, al nutrirse de cientos de disidentes, muchos de ellos pertenecientes al Partido Pro Derechos Humanos, la Seguridad del Estado, por orden de Fidel Castro, logró desaparecerla. Fleitas fue obligado a salir de Cuba y sus miembros, amenazados con la prisión, se disgregaron.
Pero el fantasma de la Perestroika no desapareció, sobre todo de las altas esferas del gobierno.
Todavía Fidel le huye como el diablo a la cruz.
Sabe que la Perestroika fue culpable de que 1991 se convirtiera en un año fatídico para su dictadura: Terminaron sus guerras secretas, comenzó el peor período de toda la historia del país, los cubanos conocieron en su mesa familiar carne de gatos callejeros, las fábricas se detuvieron, miles de estudiantes y trabajadores civiles fueron obligados a regresar de los países socialistas para que no se empaparan más de perestroika, sacrificando de esa forma millones de rublos que entraban a Cuba, y encima de todo eso, se fundaron las Brigadas de Respuesta Rápida como solución al descontento popular.
El pueblo quería reformas, participar de la economía del país, convertirse en patrones, desprenderse de ataduras estatales.
“¿Reforma de qué, si la Revolución es la más grande y extraordinaria reforma de la Historia?”, preguntó iracundo el Comandante en Jefe.
Y llamó tontos y locos a los disidentes de las organizaciones que surgían en el país y les recordó que “aquí no pueden crear ninguna quinta columna al servicio del Imperialismo, disfrazadas como cucarachas de cambios y reformas”.
Su hermano Raúl, para no quedarse atrás, los llamó “enemigos de la Revolución” y les advirtió el peligro de no calcular bien, “porque actuaremos con firmeza y tenemos cañones más que suficientes y otros elementos para defender nuestra tierra”. Advirtió además que en Cuba nadie podía criticar a Stalin en su presencia. Y a continuación, unas palabras que muchos recuerdan aún: “No estoy seguro de que la Revolución sobreviva largo tiempo a la desaparición de Fidel”.
Fidel no desapareció, pero si cayó en desgracia su Partido Comunista, cuando el 2 de septiembre de 1989 más de 400 mil miembros son llamados a entrevistas con sus superiores, seis mil quedan sancionados y más del 1% –dos mil en total– expulsados.
Se trataba de perestroikianos y gorbachovianos, los mismos que habían fundado instituciones a semejanza de los países socialistas y que Fidel luego las llamó burocráticas, los mismos que durante treinta años compraron en los países socialistas, lo que él calificó después como chatarra.
Aunque no se sepa quiénes son, andan sigilosamente como sombras por oficinas y pasillos del Comité Central del PCC, en espera de lo inevitable.

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