lunes, 26 de septiembre de 2016

Un hijo putativo de Juvenal

El periodista Jorge Dávila Miguel se las da de escritor satírico

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Jorge Dávila Miguel
Jorge Dávila Miguel
LA HABANA, Cuba.- El pasado jueves viajé a Santa Clara para visitar al licenciado Guillermo Fariñas. Acababa de terminar su más reciente huelga de hambre y sed. Me alegró verlo bastante recuperado, aunque aún débil. Resultaba notabilísima la diferencia con el estado que observé en él durante nuestra entrevista anterior, cuando todavía mantenía su negativa a ingerir alimentos o líquidos.
Con esos antecedentes, es razonable que me haya producido irritación la lectura, en El Nuevo Herald del viernes, de un artículo del señor Jorge Dávila Miguel, que califica la mencionada protesta cívica como un “sainete” y un “esperpento”. El título es larguísimo: “Europa, Fariñas y por dónde le entra el agua al Coco”. El trabajo posee méritos sobrados para ser publicado en el Granma. Si tal cosa no llegara a ocurrir, sería porque los castristas no desean mencionar al líder villareño, ni siquiera para calumniarlo.
La intención burlesca se pone de manifiesto no sólo en el nombre del trabajo. Ella también se trasluce en los párrafos iniciales, que narran hipotéticas conversaciones telefónicas entre cubanos de Miami y funcionarios de la Unión Europea. El mismo autor, con más pretenciosidad que exactitud, califica esa fabulación como “una sátira”.
La principal acusación de Dávila contra El Coco es que éste sigue vivo (“Fariñas canceló su huelga número ¿25? sin que Raúl Castro cumpliera lo que le exigió y también sin morirse”, escribe). Si sólo merecen su respeto las protestas cívicas que tienen ese fatal desenlace, entonces el escribidor desperdició una excelente oportunidad para recordar a mártires como Pedro Luis Boitel u Orlando Zapata.
Pero Don Jorge no parece estar mayormente interesado en confrontar al régimen castrista. De hecho, no lo hace en este trabajo, aunque las circunstancias concurrentes daban amplio margen para ello. Prefiere hacer una tajante afirmación con la que cree prevenir cualquier ulterior debate: “Nadie vive 54 días sin tomar agua”, asegura.
En el contexto existente, la afirmación es mendaz. Un periodista que respete a sus lectores (y, de paso, a sí mismo), se documenta antes de abordar un tema determinado. Si el señor Dávila Miguel hubiese obrado de ese modo, sabría que, con ocasión de cada desmayo que sufría Fariñas, sus seres queridos lo llevaban a un hospital, donde le pasaban litros de sueros.
Por esa vía intravenosa era hidratado y, de paso, recibía alimentos. En esas circunstancias sí pudo El Cocosobrevivir sin ingerir agua los 54 días, igual que lo hizo —aunque durante 135— en su huelga precedente. Por eso es que la terminante aseveración de Dávila, en el contexto de los hechos reales, se convierte en una mentira.
Tampoco contiene toda la verdad la aserción que hace al terminar su “sátira”: “Varios medios de prensa publicaron dos noticias, que nunca confirmaron y eran falsas”. La información de la que Don Jorge priva a los lectores del Herald es vital: Los datos mentirosos aparecían colgados en más de una docena de sitios-web (en diferentes idiomas) que pertenecían supuestamente a la Unión Europea.
A mayor abundamiento, conocí de labios de Fariñas y sus colaboradores que un extranjero, asistido de un traductor, se hizo pasar por el señor Schulz, actual presidente del Parlamento de ese bloque continental. En otras oportunidades, quienes llamaron a casa del Coco fingieron ser secretarios ejecutivos del alto funcionario.
Todo esto (en especial lo colgado en Internet) era del conocimiento de los colegas de Dávila a quienes éste descalifica. Afirmar que ellos “nunca confirmaron” las noticias, es una verdad a medias, que en este caso es lo más parecido a otra mentira. ¿Para qué corroborar una información que parece haber sido publicada en el sitio oficial de una institución!
Mientras no me demuestren lo contrario, creeré que las falsificaciones y las usurpaciones de personalidad (algo que el articulista ni siquiera menciona) representaron otras tantas facetas de un grave delito cibernético llevado a cabo en favor de los castristas. Su objetivo (que alcanzaron): utilizar  esos medios engañosos para lograr poner fin a la huelga de Fariñas, que tan embarazosa les resultaba.
Esas mixtificaciones están siendo investigadas por las autoridades del Viejo Continente. Por desgracia, considero poco probable que la pesquisa policial conduzca a algo concreto. Y no porque yo dude de la maestría de los detectives cibernéticos europeos, sino porque no creo que sus jefes tengan la voluntad política de atribuir responsabilidades al castrismo.
En el ínterin, recuerdo que la anterior huelga de hambre y sed de Fariñas, aunque el periodista del Herald no lo crea, constituyó el prólogo para la excarcelación de los presos del Grupo de los 75. En aquella ocasión sí lo ingresaron, y cumplió en terapia intensiva 135 días. Tratándose del castrismo, lo razonable es pensar que su sala estaría monitoreada de manera permanente. De ese modo, cualquier infracción de la huelga sería fácilmente comprobable.
Que el régimen no haya publicado material alguno en ese sentido, demuestra que no hubo ningún hecho de esa naturaleza. Es probable que la negativa a darle ingreso al Coco en esta ocasión, pese a las protestas de la opinión pública, haya obedecido al propósito de las autoridades de brindarle credibilidad a cualquier jorge dávila dispuesto a denigrarlo.
El autor del artículo de largo título, aunque sin mucho fundamento, se las da de escritor satírico. Por eso creo justo que, recordando al famoso romano, digamos que él ha resultado ser un hijo putativo de Juvenal.

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