domingo, 25 de diciembre de 2016

“Permitido fiestear”

El régimen castrista “autoriza” a los cubanos a celebrar en el Fin de Año

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Jóvenes en el Malecón de La Habana (Foto: Reuters)
Jóvenes en el Malecón de La Habana (Foto: Reuters)
LA HABANA, Cuba.-  El periódico Granma del sábado publicó, en su primera plana, una información que no carece de importancia para los ciudadanos de a pie. Bajo un titular truculento e inesperado (“Orgullo de cubanos”), el órgano oficial del Partido Comunista informa a sus súbditos que están autorizados a celebrar fiestas este Fin de Año. ¡Buenos que son estos castristas!
Los comisarios marxistas-leninistas, propugnadores del “ateísmo científico”, se hermanan así a los jesuitas de las misiones paraguayas del Siglo XVIII. En esas reducciones, las reglas disponían que los nativos casados (¡por supuesto, que los solteros, ni hablar!) sólo podían copular cuando la autoridad tocaba una campanita. Al cabo de un rato, otro tañido indicaba que el coito debía cesar. De manera análoga, ahora los seguidores de Castro han anunciado que se puede fiestear…
Esto sucede tras casi diez días de luto obligado. Durante esa semana alargada, nada sucedió en el mundo (y si algo pasó, el cubano no se enteró, porque no hubo información alguna al respecto). Durante nueve días sólo se habló del difunto epónimo. Pero ni siquiera por existir ese único tema la inigualable prensa oficialista cubana se dignó cubrir la rotura sufrida en Santiago de Cuba por el vehículo que transportaba los despojos, el cual tuvo que ser empujado por uniformados.
La actual autorización para el jolgorio resulta sorprendente, si la cotejamos con la decisión adoptada hace apenas unos días por autoridades locales. Éstas, más papistas que el papa (o más fidelistas que Raúl, que viene a ser lo mismo) dispusieron la suspensión de actividades festivo-culturales de profunda raigambre, tales como las que en época navideña se celebran cada año en Bejucal, Remedios o Guayos.
Al informar sobre el arbitrario decreto dictado en el poblado que fue habanero hasta hace un par de años, el colega Orlando González comentaba en CubaNet: “Este diciembre, por primera vez en su historia, Bejucal no podrá disfrutar de sus populares Charangas”. La decisión pone de manifiesto el poco caso que los burócratas municipales prestan a los deseos de quienes se supone que los eligen.
El grotesco ukase bejucaleño se une al arbitrario paquete de medidas que circuló el Ministerio de Cultura (¿no sería más apropiado llamarlo de la Anti-Cultura?). En virtud de ese conjunto de órdenes despóticas emitidas por el actual Artista en Jefe, las dependencias del ramo quedan inhabilitadas para el uso del humor y la música, excepto la sacra o trovadoresca.
Por supuesto, el periódico con nombre de abuelita angloparlante, al anunciarnos el gracioso permiso para fiestear, no deja de hacer sus interpretaciones sobre las motivaciones que deberán tener los cubanos para darse unos tragos, oír música bailable y menear el esqueleto.
Según el órgano de propaganda comunista, ello no tendrá relación alguna con la llegada de un nuevo año, algo que ha sido festejado durante siglos en todo el mundo. Conforme a la información brindada por los agitadores castristas, son “miles las razones para celebrar estos 58 años de victorias”, pero resaltan dos: el advenimiento de “un nuevo aniversario del triunfo de la Revolución”, ¡y la “confianza en el futuro” para el 2017!
El inagotable optimismo que aparentan desbordar los escribidores oficialistas choca de manera frontal con las duras realidades del lúgubre panorama nacional. En medio del tremendo desastre en el que está sumida Cuba, las promesas de los propagandistas suenan cada vez como el tañido de una campana rajada.
En esta coyuntura, hablar (como lo hace el Granma en la referida nota) de “nuevas expectativas”, “optimismo” y “confianza”, resulta algo risible, y se percibe como un ejemplo insuperable de triunfalismo. Cerrar el texto con la consabida frase “hacia la victoria, siempre”, más que una ilusión parece una obscenidad.
Los gacetilleros oficialistas recuerdan los éxitos reales o imaginados de estos 58 años, ¿pero alguna vez mencionarán, siquiera de pasada, los fracasos evidentes? ¿La desecación de la Ciénaga de Zapata y el Cordón de La Habana? ¿El peligro real de aniquilamiento atómico en 1962? ¿La total ausencia de perspectivas de futuro? ¿El consiguiente éxodo desesperado de millones de compatriotas? ¿La “Zafra de los Diez Millones” y la subsiguiente destrucción de la industria azucarera? ¿Los campos convertidos en inmensos marabuzales?
Sí, los cubanos festejarán. Pero debo informar a los redactores castristas que, salvo para unos pocos exaltados, sus motivaciones serán las mismas de sus congéneres del resto del mundo. Nada tendrán que ver con lo que proclama su órgano oficial. No importa que el esmirriado periodiquito vuelva a ponerse ahora un poco de colorete, al usar de nuevo el rojo que estuvo proscrito durante casi diez días, tras la muerte del fundador de la dinastía reinante.

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