martes, 17 de enero de 2017

¡Cómo se preocupa por sus súbditos!

El régimen afirma que el nuevo acuerdo migratorio busca “impedir las salidas riesgosas que ponen en peligro la vida humana”

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LA HABANA, Cuba.- Este jueves, los ciudadanos cubanos residentes en la Isla, entre dudas y tribulaciones, empezaron a hacer comentarios sobre un tema que despierta su mayor interés: “Dicen que quitaron la Ley de Ajuste Cubano”. La afirmación, aunque inexacta, resultó ser cierta en lo esencial.
Desde un punto de vista estrictamente técnico, no es verdad eso que se afirma. Dado el carácter que tiene el cuerpo legal mencionado, él sólo podría ser derogado mediante una nueva ley del Congreso Federal de Estados Unidos. Pero, pese a ello, sí es verdad que, por medio de la Declaración Conjunta suscrita por los representantes de La Habana y Washington, ha desaparecido el principal efecto práctico que tiene esa disposición para los cubanos de la Isla: la de ser admitidos en el gran país del Norte con sólo pisar su territorio.
La firma del documento ha resultado ser una ocasión propicia para que el gobierno de la Isla haga una formidable exhibición de cinismo. Recordemos que los representantes del régimen jamás enviaron a sus diplomáticos a entrevistarse con sus compatriotas varados en Centroamérica; que nunca prestaron a éstos la menor ayuda, ni dieron muestras de una preocupación siquiera mínima por su destino.
Pero ahora sus portavoces, muy orondos, afirman que sus actos encaminados a lograr la firma del flamante acuerdo fueron presididos por sus deseos de “impedir las salidas riesgosas que ponen en peligro la vida humana y de luchar contra los actos de violencia asociados a este fenómeno y los delitos conexos”. ¡Cómo se preocupan por sus súbditos!
Al mismo tiempo, las autoridades castristas ponen de manifiesto la peculiar manera que tienen de interpretar los intereses de sus ciudadanos y defenderlos. La Declaración del Gobierno Revolucionario publicada por Granma este viernes, se ufana de que, a partir de ahora, los Estados Unidos aplicarán a los cubanos “los mismos procedimientos y normas migratorias que al resto de los migrantes de otros países, sin un criterio de selectividad”.
El órgano oficial de los comunistas criollos califica esta eliminación de preferencias como “una señal positiva en el propósito de eliminar las exclusividades en el caso de los cubanos”. Según el documento oficial emitido en La Habana, la justificación esgrimida por el régimen para respaldar este perjuicio ocasionado a sus súbditos es que esos privilegios concedidos a nuestros connacionales “tienen un marcado matiz político”.
Por su parte, el presidente Barack Obama, en las declaraciones que formuló al respecto, plantea que la política de “pies secos-pies mojados” había sido “diseñada para una era diferente”, supuestamente. Aquí nos asalta una duda lógica: ¿Quiere esto decir que, para las actuales autoridades de Washington, ya terminó la era de Castro?
La firma de la Declaración Conjunta ofrece otro aspecto muy lamentable. Por la Parte Cubana ese trámite fue evacuado por el general Julio César Gandarilla, el flamante ministro del Interior recién nombrado. En virtud de esa condición que ostenta, ese señor es el jefe superior de la feroz oleada represiva desatada ahora mismo contra los luchadores prodemocráticos de la Isla.
Quiere decir: que el gobierno de Washington ha admitido, como su contraparte en este caso, al mismo oficial que ha estado al frente del aparato represor castrista durante las detenciones que impidieron que los familiares y amigos de Félix Antonio Bonne diéramos a sus cenizas el destino querido por el ex profesor universitario lamentablemente fallecido el pasado Día de Reyes.
Al mismo militar que ordenó, autorizó o toleró —que para el caso viene a ser más o menos lo mismo— el encarcelamiento de numerosos activistas de la aguerrida UNPACU, las golpizas propinadas en prisión al doctor Eduardo Cardet y el aparatoso registro en casa de Karina Gálvez, que culminó con el arresto de ésta y el sellado —aparente prólogo del posible comiso— de la casa comprada por ella después de cumplir con todos los trámites legales establecidos.
Es lamentable que el actual líder de la nación más poderosa del mundo, que a lo largo de más de medio siglo ha sido la gran aliada del pueblo cubano en su lucha contra el totalitarismo y por la libertad, caiga ahora en ese vacío. Máxime cuando existía, como es obvio, la opción de suscribir el acuerdo en Washington, con lo cual la parte cubana habría estado representada —con toda seguridad— por un funcionario mucho menos polémico: el embajador castrista en esa capital.

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