jueves, 9 de noviembre de 2017

Golpe contundente al régimen castrista

Raúl Castro debe estar lamentando no haber estrechado con más decisión la mano que le extendió Obama

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Canciller cubano Bruno Rodríguez y Raúl Castro (Reuters)
LA HABANA, Cuba.- Tras el anuncio de la retirada forzosa de quince funcionarios de la Embajada Cubana en Washington, dispuesta por el Departamento de Estado norteamericano, la respuesta de La Habana consistió en una conferencia de prensa de su ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, quien dio lectura a una nueva Declaración del MINREX cubano y respondió las preguntas de la prensa.
Con ese fin, el principal canal de la Televisión Cubana interrumpió, a las tres de la tarde, la proyección del oeste de los martes, espacio muy seguido por los espectadores cubanos. Se trata de una forma algo burda, pero efectiva, que las autoridades emplearon para garantizar que sus súbditos siguieran las incidencias de la comparecencia ministerial.
El canciller castrista se empleó a fondo para recalcar que, unas veces, las autoridades estadounidenses han calificado las agresiones sufridas por los diplomáticos de ese país en La Habana como “incidentes”, mientras que en otras ocasiones han hablado de “ataques”. La poca entidad de esas diferencias terminológicas de detalle no parece justificar los malabarismos verbales de Don Bruno ni el tiempo que dedicó a ese asunto.
El hecho cierto es que las autoridades de la Isla no niegan que se ha producido la agresión. Y aunque casi toda la conferencia de prensa se centró en el diferendo Cuba-Estados Unidos, resulta innegable que también Canadá se declara afectado por los actos perpetrados. Con respecto a ese otro país, Rodríguez Parrilla sólo señaló que se mantienen “contactos y cooperación” sobre el tema con las autoridades de Ottawa.
En lo personal, no creo que los castristas hayan realizado los ataques acústicos de los que se quejan los dos grandes países angloparlantes de Norteamérica. No es su estilo. En ese contexto, las seguridades personales que el mismísimo Raúl Castro le dio al Encargado de Negocios de Estados Unidos parecen constituir un indicio bastante sólido.
Puesto a especular, prefiero hacer recaer mis sospechas sobre alguno de los impresentables amigotes que se gasta el gobierno cubano. Las protestas de no participación hechas por los castristas pierden entidad si las cotejamos con el antiamericanismo a ultranza de regímenes como los de Norcorea o Irán, con los cuales su socio de La Habana mantiene excelentes relaciones.
¿Qué significación podrían tener las negativas veraces hechas por las autoridades de nuestro país y sus seguridades de respetar la Convención de Viena, si al mismo tiempo se han producido actos de encubrimiento de agresiones que pudieran provenir de los repugnantes ayatolas de Teherán o de los representantes de la tiranía brutal de Pyongyang!
Unos y otros no se han cohibido de realizar en otros países salvajes ataques incluso peores, como el perpetrado hace años por diplomáticos iraníes contra cientos de inocentes judíos de nacionalidad argentina en la AMIA bonaerense o, más recientemente, el asesinato de un hermanastro de Kim Jong-un en un aeropuerto extranjero.
En cualquier caso, ahora, tras la retirada voluntaria de la mitad de los funcionarios norteamericanos de Cuba y la expulsión de los quince diplomáticos cubanos de Estados Unidos, en cada una de las respectivas embajadas todas las cuestiones consulares deberán ser atendidas por un solo burócrata. Esto garantiza que, en lo adelante, sólo se atiendan casos de absoluta urgencia, tal y como se ha anunciado.
Esa virtual interrupción del otorgamiento de visas a los ciudadanos de uno y otro país constituye un golpe contundente asestado a las autoridades castristas. En verdad, ahora más que nunca los jerarcas del Palacio de la Revolución deben estar lamentando no haber estrechado con más decisión la mano que durante los últimos años de su mandato mantuvo extendida hacia el Sur el presidente Obama.
Si no lo hicieron porque contaron equivocadamente con la segura victoria de la señora Clinton en las elecciones del pasado noviembre, ahora tienen motivos adicionales para lamentar su imprevisión y su monumental despiste.

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