domingo, 11 de noviembre de 2018

La censura castrista contra Atilio Borón

Los cortes realizados por un diario oficialista cubano a un trabajo de un conocido publicista de izquierdas son reveladores

Periódico Granma. Foto Internet
LA HABANA, Cuba.-  El diario castrista Granma del pasado jueves 18 dedicó una completa, de sus ocho paginitas, a publicar un artículo del teórico del rojerío carnívoro latinoamericano, el argentino Atilio A. Borón. Su título: “Bolsonaro: tres hipótesis y una sospecha”. Se trata pues, de un estudio sobre el claro vencedor en la primera vuelta (y presumiblemente también en la segunda y definitiva, fijada para el próximo domingo) de las elecciones presidenciales brasileñas.
Para ser exactos, habría que precisar que no se trata del trabajo íntegro, sino de “fragmentos”, según explicita una nota del periódico oficialista. El cotejo de la versión original con la “corregida”, que publica el órgano del Partido Comunista cubano, nos brinda algunas claves sobre las líneas a las que se ajustan los censores del castrismo. Algo que, con toda seguridad, hacen respondiendo a consignas del tenebroso Departamento Ideológico de esa fuerza política que dirige y controla a toda la prensa.
Desde luego, no pretenderé hacer un exhaustivo inventario de todas las podas perpetradas. Cabe admitir que algunas de ellas obedezcan a propósitos de mera simplificación, con el fin de potabilizar, para el lector cubano, el estilo erudito y recargado del profesor bonaerense. De paso, también dividieron los gigantescos párrafos que éste utilizó en su escrito.
Pero una parte de las mutilaciones —las más voluminosas y significativas— ponen de manifiesto los objetivos perseguidos por la “policía del pensamiento” del castrismo. Y esto lo hacen a pesar de tratarse de un autor plenamente identificado con el régimen de La Habana. Veamos las más reveladoras de ellas.
La primera ausencia que despierta atención es la del pormenorizado inventario de los efectos perniciosos en la sociedad brasileña, de “la corrupción y la demagogia instaurada por los gobiernos del PT” o Partido Trabalhista. (Aclaro que, aunque la frase citada es de Borón, él señala que, en este punto, se limita a parafrasear a “los voceros del establishment”).
“La inseguridad ciudadana, la criminalidad, el narcotráfico, los sobornos, la revuelta de las minorías sexuales, la tolerancia ante la homosexualidad y la degradación del papel de la mujer, extraída de sus roles tradicionales”. Estos serían los efectos, en la vida del gigante sudamericano, de las políticas populistas de Lulay Dilma. Es lo que Borón denomina “demagogia petista” (del PT).
Un poco más adelante, el autor alude al “auge de la Bolsa de São Paulo” y el “júbilo de la canalla mediática”. “Todo este bloque dominante —afirma Borón— suplicó, jadeante y como un loco, que alguien viniese a poner fin a tanto descalabro. Y allí estaba Bolsonaro”. Parece que los censores castristas no desean que este inventario, impresionante y elocuente, de los efectos prácticos de la política de sus aliados en Brasil quede al alcance del lector cubano de a pie.
El Departamento Ideológico también prefirió prescindir de la alusión a los “seis mil templos [protestantes] establecidos en todo Brasil” (“una cifra abrumadoramente superior al número de locales que cualquier partido político jamás tuvo en ese país”), y a que “las iglesias evangélicas disponen de dinero más que suficiente para sostener esta letal infantería comunicacional”. (Es evidente que ha pasado mucho tiempo desde que en Cuba imperaba un “ateísmo científico” militante).
Al parecer, a los censores castristas también les desagrada la pasividad de los seguidores de Lula y Dilma ante las estratagemas para “manipular y ‘formatear’ la conciencia del gran público”. En ese contexto, Borón denuncia “el quietismo dentro de las propias filas de simpatizantes y militantes petistas, que sólo en escaso número se movilizaron y tomaron las calles para impedir la consumación de esta maniobra”.
Hay otros fragmentos podados. Llama la atención que, en nuestro país, cuya Constitución proclama “las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin” y exalta (al menos mientras no cristalice la reforma supralegal ahora en marcha) “los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”, se hayan expurgado oraciones que el intelectual argentino toma del fundador de la secta y de Antonio Gramsci. Lo mismo es válido para una alusión al sonado escándalo “Lava Jato”.
En resumen: La versión castrista del trabajo de Don Atilio resulta interesante no sólo por lo que reproduce de ese escrito, sino también por lo que omite. Tal parece que los ideólogos del Palacio de la Revolución desean suministrarles a los cubanos una papilla doctrinaria de fácil digestión. Y esto a pesar de que, según sus máximos líderes, se trata del “pueblo más culto del mundo” y el de “mayor conciencia política y revolucionaria”.
Considero oportuno y necesario hacer un análisis de las ideas sobre el “fenómeno Bolsonaro” exteriorizadas en su artículo por el teórico bonaerense. Ellas reflejan con precisión los prejuicios e inquietudes que tiene al respecto la izquierda carnívora, dentro de la cual ocupa una posición tan destacada. Pero parece aconsejable abordar ese tema en otro trabajo periodístico.

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