René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
La disolución de asociaciones de
criadores de perros demuestra el carácter totalitario del Estado Cubano
Una
de las citas de Fidel Castro a las que se les sigue reconociendo más vigencia
es la extraída de las llamadas “Palabras a los intelectuales”. Su enunciado es
sencillo: “Dentro de la Revolución, todo. Fuera de la Revolución, nada”. Aunque
estas frases fueron pronunciadas de inicio para artistas y literatos, en la
práctica son aplicadas a cualquier habitante de la Cuba de hoy, no importa su
oficio o profesión.
Ellas
tienen un antecedente aún más claro en las que profirió otro dictador muchas
décadas antes: “Todo dentro del Estado. Nada fuera del Estado. Nada contra el
Estado”. A los partidarios del marxismo leninista tal vez les asombre enterarse
del nombre de su autor: Benito Mussolini. Es que todos los “ismos”, al
desconocer la autonomía del ser humano, se hermanan en la arbitrariedad y la
opresión.
Estas
consideraciones resultan oportunas ahora que se ha conocido una noticia circulada
por la Agencia Yayabo Press el pasado
lunes. La información da cuenta del propósito oficialista de disolver varias
asociaciones integradas por personas dedicadas a la cría de distintas razas
caninas. La nota de prensa ejemplifica esta situación en el caso del señor
Abenamar Bauta Delgado, presidente del Club Cubano de Galgos (CCG).
Según
los colegas espirituanos, este ciudadano ha sufrido diversos atropellos a manos
de los dirigentes del Ministerio de la Agricultura (MINAGRI), que es la
dependencia de la Administración Central del Estado que actúa como “órgano de
relaciones” con respecto a ese tipo de agrupaciones. Porque en Cuba, por ley,
cada asociación —supuestamente independiente— tiene una entidad estatal de esa
índole, encargada de vigilarla y controlarla.
Y
aquí —por supuesto— entran en juego los factores de carácter sectorial y aun
personal. En el caso del MINAGRI, los cinófilos tienen que vérselas con
personajes como la señora Maritza Ramírez Peña, jefa del Departamento de
Atención a Asociaciones, y Orlando Díaz Rodríguez, director jurídico.
Individuos como éstos constituyen el rostro visible del régimen castrista.
Según
Yayabo Press, la primera telefoneó al
domicilio del presidente del CCG para amenazarlo con disolver esa entidad. De
paso lo insultó y —según ella misma dijo— grabó de modo oculto la conversación.
Esto último está prohibido en los países que respetan los derechos humanos,
pero en Cuba los gobiernistas pueden hacerlo con total impunidad.
En
cualquier caso, la queja que el señor Abenamar formuló por este y otros motivos
permaneció sin respuesta durante más de medio año, hasta que el Director
Jurídico del mencionado Ministerio lo convocó para lo que el mismo afectado
califica como “una encerrona”: un encuentro en el que estaban presentes
numerosos funcionarios del referido organismo.
De
la reunión son dignas de notar la falta de respuesta de fondo a todo lo
planteado por el quejoso, así como la insólita información brindada por el
burócrata comunista. Según éste, “estaban disolviendo las asociaciones porque
el MINAGRI está ‘en perfeccionamiento empresarial’”.
Está
por verse qué vínculo pueda haber entre grupos de personas que se congregan
guiados por su amor a determinados animales, de una parte, y el actual intento
por hacer un poco menos ineficiente el gigantesco e improductivo aparato de
administración económica del Estado. De todos modos, la anécdota refleja con
claridad el enfoque oficinesco que reciben los problemas de la vida cotidiana
en un país totalitario.
Se
sabe que, desde hace años, en Cuba rige la práctica de no autorizar la
constitución de nuevas asociaciones independientes. Esa orden se le atribuye al
ahora purgado doctor Carlos Lage Dávila. En ese contexto, la existencia de
entidades cuyos miembros se agrupan no en base a su apoyo explícito al régimen
imperante, sino por afinidades de otro tipo, provoca un total desinterés
oficial.
Aquí
entra en acción la consigna lanzada por el Duce
italiano y parafraseada decenios después por el fundador de la dinastía castrista.
Si al inmenso aparato estatal le resulta indiferente la crianza de razas
perrunas, ¿qué sentido tiene para él que sigan existiendo asociaciones de ese
tipo constituidas años atrás, cuando aún no había entrado en vigor la antes
mencionada prohibición?
Poco
importa que esas agrupaciones y sus miembros, por definición, no se enfrenten
al sistema imperante. Para éste basta con que tampoco persigan el objetivo
expreso de apoyarlo. Más aún: resulta suficiente que la idea de constituir y
mantener con vida esas entidades no haya surgido en el seno del mismo régimen
totalitario.
Entonces,
el concepto mussoliniano-castrista puede y debe ser completado y actualizado
para la Cuba de hoy. Habría que decir: Nada fuera del Estado-Partido. Nada
contra el Estado-Partido. Nada que no sea de interés manifiesto para el
Estado-Partido. Ni siquiera una inofensiva asociación de criadores de perros. La
Habana, 27 de agosto de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario