Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
En
los estados dominados por la izquierda latinoamericana —sobre todo en los más
extremistas y más cercanos al marxismo castrochavista—, las simpatías que los
respectivos gobiernos manifiestan por los países extranjeros guardan una exacta
proporción con el antiamericanismo que muestren estos últimos.
Aplicando
ese rasero, no importan los atropellos que un mandamás cualquiera aplique
contra sus súbditos. Puede tratarse de los reaccionarios ayatolas iraníes, o de
los monarcas absolutos que desgobiernan la infortunada Norcorea, o —en su
momento— de la brutal tiranía del coronel Gadafi en Libia. Sus muchos pecados
son perdonados, y siempre se hallan palabras para hablar de amistad fraternal
entre países y pueblos.
Es
así que los desplantes de la Rusia actual, que encabeza Vladimir Putin, con sus
ansias de reverdecer sus marchitos laureles de superpotencia soviética
enfrentada a Washington, son recibidos en esas capitales con la mayor
complacencia. En ese contexto, la anexión de la península de Crimea (copiada al
carbón de las que en su momento perpetró Adolfo Hitler en los Sudetes, Danzig o
Memel) fue acogida con total comprensión.
Parecida
actitud asumieron Castro, Maduro y sus socios ante los supuestos deseos de
separación manifestados en un plebiscito espurio por los rusoparlantes de las
provincias ucranianas de Donetsk y Luhansk. Se trata de los mismos territorios
convertidos después, por obra y gracia de los subversivos, en flamantes
“repúblicas independientes”.
Hace
pocos años, esos mismos dirigentes latinoamericanos se rasgaban las vestiduras
llenos de indignación cuando se hablaba de una posible secesión de los departamentos
orientales de Bolivia, gobernados por opositores a Evo Morales. Pero ahora invocan
la hipotética “voluntad popular” manifestada por los habitantes de las
mencionadas zonas de Ucrania, para justificar la ilegítima partición de ese
país.
El
Kremlin moscovita anhela que todo quede como una aspiración de los residentes
de Donetsk y Luhansk, como algo totalmente ajeno a los deseos de Moscú. Pese a
ese propósito, con cada día que pasa salen a la luz, de manera clara e
irrefutable, los diversos modos en que se involucra en ese turbio asunto el
régimen de Putin, que facilita armas y ayuda de todo tipo a los facciosos.
Es
en el contexto de esa complicidad nada oculta que podemos comprender los
pronunciamientos hechos por Fidel Castro. Primero, para culpar al “Gobierno antirruso, antiucraniano y proimperialista”
—y,
además, “belicista”— encabezado en Kíev por el “rey del chocolate Petro Poroshenko”
del bárbaro derribo de un avión civil malayo. Después, para excluir de toda
responsabilidad en los hechos al presidente Putin y a su canciller Lavrov.
Hace
unos días, los países occidentales impusieron sanciones a Rusia y sus
autoridades, por la involucración de éstas en la guerra civil que ahora impera
en la Ucrania oriental. El Kremlin, que no quiere quedarse atrás, anunció determinadas
medidas de retaliación: en lo fundamental, cortes en las compras de alimentos
que Moscú realiza en Occidente.
La
situación me recuerda una memorable escena de la popular telenovela brasileña La Esclava: El cruel hacendado Leoncio castiga
a su cocinera Januaria. Mientras la gruesa señora permanece atada a una especie
de cepo, el malvado se ve obligado a tragar las bazofias preparadas por otra de
sus siervas. El villano comprende que el castigo que impuso a su experta
guisandera lo está sufriendo él mismo en medida no menor que ella. Por ende,
decide mostrarse magnánimo y perdonarla.
Es
un hecho cierto que los rusos más acomodados están habituados a consumir las
excelentes frutas y otros productos alimenticios que les llegan de Europa
Occidental y los Estados Unidos. Se trata de artículos que la misma Rusia, pese
a haberse librado hace casi un cuarto de siglo del ineficiente sistema
soviético, todavía no es capaz de producir con calidad.
Con
las sanciones anunciadas ahora por Putin, ¿sucederá algo parecido que con el
castigo ordenado por el feroz Leoncio contra la desdichada Januaria? La
Habana, 13 de agosto de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario