Uno publicado por las propias Fuerzas Armadas Revolucionarias y que trata sobre el caso Ochoa
LA HABANA.- En la Cuba de Fidel y Raúl Castro hay muchos libros ocultos que carecen de una nueva edición. La lista es tan larga como su dictadura. También los hay que han sido convertidos en pulpa de papel, no importa la materia que traten.
Pero el más oculto de todos, ese que —por supuesto— guardan bajo cuatro llaves, es este que tengo frente a mí: Vindicación de Cuba, publicado en 1989 por Editora Política y distribuido por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En él puede leerse la trayectoria de los juicios celebrados en 1989 contra el General de División Arnaldo Ochoa y sus hombres, acusados de narcotráfico y lavado de dinero y fusilados días después.
Vindicación de Cuba, título tomado de un artículo de José Martí que respondía a otro donde se dice que los cubanos no eran capaces de regir su destino, es un libro raro, hecho con el peor papel de imprenta y un cartón de pésima calidad como portada y contraportada, y elaborado a la carrera —es evidente—, como si se temiera a algo imprevisto
Se trata de un volumen raro: ninguna persona aparece como autor, ni siquiera de la presentación o prólogo; con un sinnúmero de notas de la prensa nacional, intercaladas sin orden cronológico alguno.
Sólo al final, donde se exponen las sentencias de muerte para los acusados, se aclara que serán ejecutadas por los 29 integrantes del Consejo de Estado y de sus jefes superiores Fidel y Raúl Castro.
Podría decirse que Vindicación de Cuba es un libro terrible, de esos que, a partir de la lectura de sus primeras páginas, donde ya se ven las malas intenciones, dan deseos de guardarlo para siempre o hacerse miles de preguntas.
¿Por qué tanta divulgación de este hecho, inédito en la historia de Cuba? ¿Por qué las contradicciones ya en sus primeras páginas, donde se dice que los acusados han colaborado poco y a regañadientes con el esclarecimiento de los hechos ocurridos y en el siguiente párrafo se señalan sus “claras confesiones”?
Además, ¿cómo es posible que estos altos dirigentes del Ministerio del Interior estuvieran involucrados con el narcotráfico desde mediados de 1986 y que ni Fidel ni Raúl supieran nada, según editorial del periódico Granma de junio 16 de 1989, páginas 10 y 11 del libro?
Y algo más: ¿A qué Código de Honor hace referencia el libro, implantado por Fidel y Raúl para expiar fallos y dar una muestra postrera de valor, cuando a Ochoa y sus hombres, maestros de la espada y de la guerra, no murieron de forma voluntaria sino obligados por los verdaderos responsables de lo que ocurría ante los ojos de todos?
Si hubo un pacto de sangre entre el castrismo y aquellos, los más leales y temerarios, obligados al suicidio antes del amanecer aquel 13 de julio de 1989 aunque se merecieran morir de cara al sol, el libro claramente lo dice.
Por eso ha continuado oculto, sin una segunda edición. Mucho menos expuesto en los estantes de una biblioteca para aquellos cubanos que quieren descubrir la verdad y sean capaces de regir sus propios destinos.
Una pregunta final se impone ante la presencia de este viejo y deteriorado libro: ¿Realmente Fidel y Raúl creyeron que la Revolución salió más fortalecida con la muerte de aquellos hombres?
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