¿Lograremos un movimiento de verdadero alcance nacional?
GUANTÁNAMO.- Este 4 de abril se cumplen cincuenta años de la muerte de Martin Luther King (inscripto como Michel King), quien nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta y desde su investidura como Pastor de la Iglesia Bautista fue protagonista de un ascendente activismo político a favor de los derechos de los negros norteamericanos.
Se convirtió en una figura política desde la década de los años cincuenta del pasado siglo. Su labor alcanzó magnitud internacional, al extremo de que en 1964 recibió el Premio Nobel de la Paz.
A pesar de que su proyecto político reclamaba cambios radicales para la situación de los negros y de que recibió la oposición de los sectores más retrógrados del sur estadounidense hasta con actos terroristas, siempre mantuvo como método la lucha no violenta, en una época donde las tendencias extremistas se inclinaban por el terrorismo revolucionario exportado ideológicamente desde Cuba como la única opción de lucha válida para los marginados. Esto provocó varios momentos muy tensos entre sus seguidores, aunque el Dr. King logró que no se desvirtuaran esos principios gracias a su brillante oratoria, poder de convencimiento y nobleza de su posición.
Puntos esenciales de su lucha fueron el derecho al voto, la no discriminación y otros derechos civiles para los negros norteamericanos, sumidos en la más profunda discriminación. Su activismo se amplió al incorporar a su proyecto la lucha para erradicar la pobreza y contra la guerra en Vietnam.
Entre las acciones más significativas realizadas por este sociólogo y teólogo estuvieron el boicot al transporte por ómnibus en Montgomery, 1955, luego del famoso incidente protagonizado por Rosa Park, y su apoyo a la fundación de la Southern Christian Leadership Conference (SCLS) en 1957, de la cual sería su primer presidente. También fue muy importante la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, en agosto de 1963, que tuvo como colofón su famoso discurso “Yo tengo un sueño”, donde demostró sus habilidades oratorias y captó la atención de todo el país sobre la importancia de su lucha.
La fortaleza y justeza de sus ideas quedó evidenciada a la larga. A pesar de la tenaz oposición que recibió de los sectores más conservadores del Gobierno, sobre todo la procedente de los políticos del sur de los EEUU, al final se impuso la razón y fueron aprobadas las leyes sobre los derechos civiles y el derecho al voto.
El legado de Luther King lo sitúa como uno de los más grandes líderes de los EEUU y, junto con Mahatma Gandhi, en un ícono imprescindible de la lucha pacífica a nivel mundial.
Ese reconocimiento del Gobierno de su país le llegó de forma póstuma, cuando en 1977 el presidente James Carter le otorgó la Medalla Presidencial por la Libertad y en el 2004 el Congreso de los EEUU lo distinguió con la Medalla de Oro que otorga ese cuerpo legislativo. El día de su asesinato es un feriado nacional.
Una inspiración insoslayable para la oposición cubana
Vidas como las del reverendo King proyectan fuerza y valor para todos los que vivimos discriminados. Pero, ¿tendremos un sacerdote o un pastor como Luther King en Cuba? ¿Lograremos un movimiento de verdadero alcance nacional los cristianos cubanos y todo el pueblo? ¿Los laicos continuaremos esperando por un iluminado o nos percataremos al fin de que la lucha por nuestros derechos civiles y políticos comienza por nosotros mismos? ¿La oposición pacífica cubana continuará sin salir de los estrechos márgenes de proyectos de escasa trascendencia? Ningún cubano que ame realmente la libertad puede estar ajeno a estas preguntas.
Está claro que el Gobierno cubano no escucha los reclamos de amplios sectores de la población y que ya pasó el tiempo de las cartas.
Penetrada hasta los tuétanos, asediada, reprimida violentamente, la oposición cubana recibe cotidianamente sobre sí la fuerza descomunal del Estado, al extremo de que las cifras que se destinan para eso y revelarían la magnitud financiera de ese poder jamás se publican, lo cual ocurre con el consentimiento de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, algo inconcebible en los órganos legislativos del “corrupto y opresor capitalismo”.
Dentro de las grandes manipulaciones que el Gobierno lanza contra la oposición pacífica están que son “mercenarios del imperio”, que carecen de arraigo popular —¡como si el Gobierno les permitiera dirigirse libremente al pueblo!— que se dan la buena vida a costa de los contribuyentes americanos y otros ataques personales acompañados de reiterados actos terroristas de represión.
Entre las grandes mentiras divulgadas por el castrismo también están las que aseguran que los opositores quieren vender la soberanía del país a los americanos —como si el pueblo cubano fuera soberano— y desmantelar los precarios sistemas de salud, educación y seguridad social. Reconozco con dolor que en varias ocasiones algunos dignatarios de nuestra Iglesia han apoyado esos ataques. Otros hacen de la vista gorda un hipócrita ejercicio de silencio o se niegan a brindar un mínimo apoyo a estos discriminados.
Esta avalancha ideológica requiere que la oposición pacífica cubana estudie el pensamiento de Luther King, Mahatma Gandhi y Gene Sharp, indudablemente inspirado en la palabra de Dios. Sobre estos cimientos se debe buscar definitivamente la unidad de acción que tanta falta hace. Se necesitan menos viajes al exterior y más al interior la Cuba sufrida, más multiplicación y delegación de los liderazgos unidos a la humildad para reconocer que en esta lucha por el bien de la patria toda vanidad es fatal y que resulta fatídico actuar como si Cuba fuera únicamente La Habana y el resto paisaje.
La guerra ideológica y terrorista que el castrismo hace a la oposición pacífica cubana exige que el contacto con el pueblo se convierta en el principal objetivo de lucha. Como dice un refrán chino, el camino más largo comienza con el primer paso. Ese sería nuestro mejor homenaje a Martin Luther King.
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