lunes, 6 de septiembre de 2021

 

El castrismo elogia en silencio a Adalberto

Es posible que algún despistado piense que los comunistas antillanos, con esas muestras de respeto, están inclinando sus cabezas ante una gloria de la música popular cubana

LA HABANA, Cuba. — Este miércoles falleció en nuestra capital don Adalberto Cecilio Álvarez Zayas. El eminente compositor había nacido 72 años antes en la propia Habana, aunque de manera —digamos—accidental. Siempre se consideró camagüeyano.  En cualquier caso, lo indudable es que hizo aportes destacadísimos a la música popular cubana.

No pretendo hacer una reseña de la gran importancia que ese ilustre compatriota tuvo en un campo que no domino, como es el de la música. Dejo eso a los escritos de otros colegas más capacitados. Me limitaré —pues— a algunas de las implicaciones políticas de su deceso. Para ello —creo— nada mejor que empezar por reproducir el post que él publicó inmediatamente después del Gran Alzamiento Nacional Anticomunista.

Leemos allí: “Imposible permanecer en silencio ante todo lo que está pasando en nuestro país, me duelen los golpes y las imágenes que veo de la violencia contra un pueblo que sale a la calle a expresar lo que siente pacíficamente, las calles de Cuba son de los cubanos, a ese pueblo le debo lo que soy hoy en día y no me importa la forma de pensar de cada uno de ellos porque eso es derecho de cada cual y más allá del pensamiento político está el derecho humano”.

Y proseguía el “Caballero del Son”: “Por eso no puedo hacer menos que estar a su lado en momentos tan difíciles. Duele ver cómo entre cubanos nos agredimos verbal y físicamente, duele ver las manoplas en las manos de la autoridad para agredir a personas indefensas”. Y concluía: “A los que me preguntan de qué lado estoy. Estoy con el pueblo”.

Esta postura justísima y que denota gran civismo nos admira aún más si tenemos en cuenta que el Maestro fue miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular entre 2013 y 2018. Es de suponer que, como resulta usual en ese voluminoso, incoloro e intrascendente cuerpo, durante ese quinquenio el compositor se haya limitado a alzar su mano para aprobar todo lo propuesto por los jefes.

A la luz del civismo que demostró con su post, descubrimos las claves que explican por qué los mayimbes castristas han estimado pertinente reunir a asambleas análogas de niveles inferiores, pero no al “órgano supremo del poder estatal” (con autoridad para destituirlos), el cual está compuesto por otros cientos de “alzadores de manos”. Lo mismo puede decirse del Comité Central del único partido, que se supone que sea su autoridad suprema entre congresos (y que está facultado para renovar el Buró Político).

Como se ve al leer su post, el destacado compositor y director no optó por la solución fácil de algunos: no darse por enterados del Gran Alzamiento Nacional Anticomunista (que los ha habido). Tampoco se conformó con redactar una nota ambigua (de las que tampoco han faltado); de esas que, cuando uno las lee con atención, ¡no logra determinar de qué lado está quien la redactó y colgó!

Resulta imposible encasillar el post de don Adalberto junto a estos últimos que he mencionado. Él —todo lo contrario— deja bien claro que no se hace eco de la tergiversación mentirosa de los castristas, que han pretendido hacer ver que los manifestantes del 11 de julio y días subsiguientes eran sólo un hatajo delincuencial de individuos violentos y ladrones de tiendas en divisas, manipulados desde el extranjero.

Él, sin confusión alguna, ve las “manoplas” en las manos de “la autoridad”, y ello “para agredir a personas indefensas”. Estas últimas son las que componen el mismo pueblo que, según el eminente músico, “salió a la calle a expresar lo que siente pacíficamente”.

En todo ese contexto, llama poderosamente la atención la exaltación que los castristas han hecho del ilustre finado y de la trascendencia que él ha tenido en la música bailable de nuestra Patria. Los noticieros de la televisión —por ejemplo— han iniciado y clausurado transmisiones con alusiones al “Caballero del Son” y a su obra.

El periódico Granma, en escrito de Pedro de la Hoz, señalaba: “Un golpe brutal, una honda herida para los que bailaron, cantaron y gozaron su música con la certeza de que en ella habitaba una de las más puras esencias del alma cubana”. Juan Morales Agüero, en Juventud Rebelde, se arriesga a que lo acusen de cursi: “La madrugada de este miércoles instaló un triste compás en el pentagrama nacional de los afectos”.

¡Pero a qué ir más lejos? El mismísimo primer secretario del único partido y presidente de la República (seleccionado por un solo compatriota y votado por 604 más) Miguel Díaz-Canel, en su cuenta de Twitter, extendió sus “más sentidas condolencias”, pero no sólo “a la familia” y “amigos”, sino también “al pueblo de Cuba, que lo tiene como uno de sus artistas más queridos”.

(Captura de pantalla/Twitter)

Es posible que algún despistado piense que los comunistas antillanos, con esas muestras de respeto, están inclinando sus cabezas ante una gloria de la música popular cubana. Pero, si las cosas fueran así, ¿entonces cómo explicar el total silencio que guardaron ante el deceso de otra figura no menos grande y trascendente, como la gran Celia Cruz!

No, este escribidor cree que las cosas van un poco más allá. Si Adalberto Álvarez hubiese muerto años atrás, cuando los valedores externos del régimen —Unión Soviética, Venezuela chavista— evitaban con sus dádivas que el país naufragara en la miseria generalizada (como sucede ahora), seguramente los voceros del oficialismo se habrían mostrado mucho más lacónicos al referirse al finado.

Sus elogios sin medida, la extensa cobertura que han dado a su lamentable fallecimiento (y esto a pesar de la decidida crítica que él hizo a la represión desatada el 11 de julio), demuestra de modo irrebatible —creo— que los castristas andan de capa caída, y que van capeando este temporal como mejor pueden, sin prestar atención a “detalles” como las “veleidades políticas” del difunto.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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René Gómez Manzano

René Gómez Manzano

(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano

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