Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
El pasado martes, al filo de la media noche, recibimos una
noticia excelente: fue liberado en Oriente el preso de conciencia Luis Enrique
Lozada Igarza. Como resultado de ello, pusieron fin a la huelga de hambre que
realizaron durante semanas el propio cautivo, sus familiares y veintenas de
activistas de la gloriosa Unión
Patriótica de Cuba (UNPACU), encabezados por el preso político (en licencia
extrapenal) José Daniel Ferrer García.
Se trata —a no dudarlo— de una gran victoria de esos
aguerridos compatriotas, que no vacilaron en poner en riesgo su salud y aun sus
vidas para conjurar la injusticia que se perpetraba contra su pariente y amigo.
Particularmente patéticas resultaron las declaraciones del hijo adolescente del
ahora liberado, quien en un conmovedor video expresaba al mundo que, ante la
realidad confrontada por su progenitor, él y sus restantes seres queridos veían
la muerte como único fin posible de su abstinencia de alimentos.
Unas horas antes del feliz anuncio de la liberación de
Lozada Igarza, en una reunión del grupo plural de análisis ALDECU (Alianza Democrática Cubana),
escuchábamos la información brindada por Félix Navarro, quien narraba las
incidencias del viaje que Ángel Moya Acosta y él mismo —ambos cautivos de
conciencia pertenecientes al Grupo de los
75 — hicieron a la antigua provincia de Oriente a fin de solidarizarse con
los huelguistas.
Ellos conocieron de primera mano
el espíritu de admirable firmeza que identificaba a todos los ayunantes,
incluyendo a aquellos que, por tener ya su salud más deteriorada, habían sido
ingresados en el Hospital Provincial Saturnino
Lora, de la ciudad de Santiago de Cuba.
El primero de mayo, los miembros
de ALDECU hubimos de emitir una declaración de solidaridad con los huelguistas.
Manifestamos nuestra indignación con el diario Granma, que ese día se declaraba preocupado por el peligro de
muerte que —según sus editores— corren los presuntos terroristas encerrados por
autoridades extranjeras en la Base Naval de Guantánamo, al tiempo que guardaba
total silencio sobre la amenaza análoga que pendía sobre veintenas de pacíficos
cubanos sometidos a la jurisdicción del gobierno castrista.
En el párrafo final del mismo documento, hubimos de expresar
nuestras expectativas: “Esperamos que primen la compasión y la comprensión, y
demandamos del gobierno de La Habana que atienda y dé una solución justa y
rápida a las peticiones formuladas por los participantes en la huelga de
hambre”.
Como firmante de la Declaración sólo me cabe declararme
complacido por la solución constructiva dada a este asunto por el régimen
castrista. Para empezar, ya sabemos que no había razones para arrestar a Lozada
Igarza, y menos aún para hacerlo en la forma violenta en que tuvo lugar su
detención. Por supuesto que tampoco había argumentos válidos para que un Fiscal
decretase la prisión provisional.
Pero ya que esas arbitrariedades fueron perpetradas, al
menos experimentamos ahora el alivio de que el activista prodemocrático
inocente haya salido en libertad y de que sus hermanos de luchas pudieran cesar
el difícil acto de protesta que se vieron obligados a realizar para lograr la
subsanación del atropello.
Ojalá que esta excarcelación, al igual que la del periodista
Calixto Ramón Martínez Arias días atrás, sirva para que se implemente una nueva
política del régimen cubano, que implique que los
ciudadanos dejen de ser perseguidos y arrestados por el solo hecho de
discrepar.
La Habana, 8 de mayo de 2013.
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