Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
A mediano plazo, la victoria del
gobierno en las recientes elecciones locales venezolanas entraña grandes
peligros
De
nuevo se han celebrado elecciones en la Patria de Bolívar, y una vez más han
obtenido un relativo triunfo las fuerzas gobiernistas, nucleadas en el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Esto ha constituido la ocasión para una
nueva alocución del mandamás de turno, en el tono alardoso y triunfalista que
se ha convertido en marca de fábrica de los jefes chavistas.
He
calificado este éxito como relativo porque el porcentaje de sufragios
alcanzados por la oposición es harto significativo. Además, las fuerzas
antigubernamentales lograron la victoria en seis de las más importantes
ciudades del país. Incluso, en un resultado de gran simbolismo, se alzaron con
la alcaldía de Barinas, capital del estado natal del difunto Chávez
En
puridad, no era tanto lo que se debatía en esta contienda comicial. Lo único
que estaban en juego eran cargos locales: alcaldes, concejales. Por supuesto
que esto no representaba nada decisivo en el país sudamericano, que aunque
tiene títulos de federación, en realidad es uno de los más centralizados que se
pueda encontrar.
Pero
estas elecciones no dejaban de tener cierta importancia, porque sus resultados
podían ser valorados como una especie de plebiscito sobre la gestión del nuevo
equipo gobernante encabezado por el ex guagüero Nicolás Maduro. Es justamente
ahí donde radicaba la notable trascendencia que esta justa podía tener en los
destinos de Venezuela.
Desde
los comicios presidenciales de abril del presente año, cuyos resultados
oficiales —impugnados por la oposición— dieron la victoria por estrecho margen
al candidato gobiernista, las encuestas han arrojado un paulatino y constante
deterioro en el apoyo de la población al “socialismo del siglo XXI”. En
determinado momento, los sondeos auguraron la posibilidad de que las fuerzas
antichavistas obtuviesen las tres quintas partes de los votos.
Fue
entonces que empezó a funcionar la nueva táctica concebida en el Palacio de
Miraflores. Por un lado, el obsecuente Poder Legislativo aprobó las leyes
habilitantes, autorizando al presidente Maduro a gobernar por decreto en todo
lo que considerase menester para “combatir la guerra económica desatada por la
burguesía vendepatria”.
Por
la otra parte, comenzó un proceso de “asaltos dirigidos” a comercios. En el
curso de esos verdaderos atracos con barniz de medidas de gobierno, los
ciudadanos se hacían con los productos apetecidos, mientras los comerciantes
sufrían las pérdidas correspondientes. El gobierno, a su vez, quedaba ante la
plebe como el gran benefactor.
Según
escribió Alejandro Armengol este lunes en El
Nuevo Herald, la medida “ha enardecido al populacho, aunque el resultado
final de este latrocinio es que los estantes de los establecimientos se quedan
vacíos”. No es difícil arribar a esta conclusión; lo que sucede es que el
colega logró expresar esa verdad con notable precisión.
Así
—pues— por encima de las obvias consideraciones éticas que se derivan de esa
política, resulta innegable que, desde el punto de vista económico, las medidas
adoptadas hacen pensar en el conocido refrán: Pan para hoy y hambre para mañana. Resulta fácil comprender que los
inversores, puestos ante la perspectiva de sufrir despojos de ese tipo y de ser
obligados a vender a precios no remunerativos fijados de modo arbitrario por
decreto, opten por cesar o, al menos, reducir sus actividades.
Igual
que sucedió en Cuba a comienzos de la década de los años sesenta del pasado
siglo, el desabastecimiento y la carestía constituirán los resultados
inevitables de las nuevas políticas económicas inauguradas por el gobierno de
Caracas. En el caso del país sudamericano, para más inri, esto tendrá lugar en medio
de la colosal “danza de los millones” experimentada allí por la fabulosa
inyección de petrodólares.
Nada
bueno auguran para Venezuela la relativa “victoria” en estas elecciones locales
proclamada por el presidente Maduro y los métodos empleados para alcanzarla. Es
de presumir que en las semanas venideras se exacerben las contradicciones entre
las dos grandes mitades en las que las políticas chavistas han dividido al
pueblo de ese país. Esperemos que el Todopoderoso se apiade de esa desdichada
tierra y que el inevitable conflicto pueda ser solucionado de manera pacífica. La Habana, 9 de diciembre de 2013. Info. Cubanet.
bueno y¿donde se mete el dinero del petroleo venezolano?. es una pena la verdad. solo espero que no lo esten guardando para comprar armas. ojala y lo inviertan en el desarrollo agricola e industrial de esa nacion.
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