Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
El
deceso del Comandante Húber Matos hace recordar la farsa judicial y la injusta
condena que sufrió
Ha muerto en Miami un gran patriota cubano: el
Comandante Húber Matos Benítez. Por supuesto que la luctuosa ocasión es propicia
para rememorar su prolongada trayectoria vital y la lucha larguísima,
inclaudicable y permanente que mantuvo por la democracia.
Los inmensos méritos de este personaje histórico son
innegables, y seguramente serán descritos de manera más prolija en otros muchos
de los artículos que provocará su lamentable deceso. Yo, como jurista, deseo
hacer mayor hincapié en el juicio que se le celebró y en las implicaciones
legales que tuvo todo ese proceso penal.
Los actos que dieron lugar a la formación de la causa
son bien conocidos: Inconforme con el rumbo político pro comunista que la
dirigencia encabezada por Fidel Castro le iba dando al país, el Comandante
Matos decidió renunciar a su alta investidura. Ésta lo situaba al frente del
regimiento “Ignacio Agramonte” que, en aquel tiempo, ocupaba más territorio que
cualquier otro del país.
Debe destacarse que Don Húber contaba con el apoyo
incondicional de toda su oficialidad. Muchos de sus colaboradores más cercanos
lo exhortaron entonces a hacer uso del indudable poderío militar del que
disponía. Le sugerían enfrentarse a las políticas del régimen desde una
posición de fuerza.
Sin embargo, el Comandante de la Sierra Maestra
rechazó esa posibilidad. También objetó la idea, insinuada por alguien de su
entorno, de que actuara contra Camilo Cienfuegos, enviado a detenerlo. Muchos
han especulado que, al darle esa espinosa encomienda a este último, lo que deseaban
sus jefes era provocar actos violentos de los militares del Regimiento “Ignacio
Agramonte”. Esto al mismo tiempo habría permitido librarse del popular Camilo y
comprometer a Matos y a los suyos.
En definitiva, Don Húber aceptó su arresto.
Conducido a la capital, se le incoó una causa criminal destinada a ser conocida
por uno de los tristemente célebres tribunales revolucionarios. Como se sabe, a
los integrantes de estos órganos —oficiales guerrilleros afines al nuevo poder—
les era totalmente ajena la ciencia del derecho.
Sí estaban conscientes de la conveniencia de actuar
conforme a las indicaciones del “Máximo Líder”. Unos meses antes, este último
había anulado el juicio en el que se absolvió a los pilotos del ejército
batistiano acusados por supuestos crímenes de guerra. El presidente de ese
Tribunal Revolucionario, el Capitán del Ejército Rebelde Félix Pena, terminó
suicidado.
Fue en ese ambiente enrarecido que el Comandante
Matos Benítez y un grupo de sus oficiales fueron enjuiciados por quienes hasta
poco antes habían sido sus compañeros de armas. Las garantías procesales
brillaban por su ausencia. Para ese tiempo, ya el régimen se había hecho con el
control de los medios informativos. Por consiguiente, la versión oficialista,
repetida hasta el cansancio, fue la que se impuso a la opinión pública.
La interesada y mentirosa prensa castrista presentó
la renuncia como una sublevación. Probablemente, se trata del único caso en que
un jefe militar que controla una de las seis provincias de un país, y que se
entrega prisionero en su propio cuartel sin disparar un tiro, es acusado de
intentar un golpe de estado. Por esto se le condenó a veinte años de prisión.
Pero lo más interesante —en mi opinión— fue lo que
sucedió poco después del juicio. Conforme he dicho, la renuncia de Húber se produjo
en protesta por la infiltración comunista. Esto fue denunciado como una
calumnia por el mismo Fidel Castro. Eran los tiempos en que el “Máximo Líder”,
interrogado por la prensa extranjera sobre ese particular, hablaba de
“humanismo” y de una revolución que no era roja, sino “más verde que las
palmas”.
Apenas unos meses después, el decorado cambió por
entero. Las invocaciones a las supuestas doctrinas autóctonas quedaron en el
olvido. El carácter “socialista” del proceso fue reconocido en abril de 1961.
Poco después, incluso esto pareció poco, y se comenzó a hablar de “comunismo”.
Fidel Castro reconoció públicamente: “Soy marxista-leninista y lo seré hasta el
último día de mi vida”.
A la luz de estas realidades, ¿cómo quedó el Comandante
Húber Matos? Ante ese reconocimiento público de que las imputaciones hechas por
él eran enteramente ciertas, alguien hubiera podido pensar que su sentencia
sería revisada o que, al menos, se dictaría en su favor un indulto u otra
medida que le permitiera salir de prisión.
No sucedió nada por el estilo. El insigne prisionero
sufrió la injusticia de cumplir hasta el último día de los veinte años que le
impusieron. Dentro de la prisión y fuera de ella, mantuvo en todo momento su
postura vertical en pro de la democracia y de la libertad de los cubanos.
¡Honremos su ilustre memoria! La Habana, 28 de febrero de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario