lunes, 10 de marzo de 2014

FALLECE UN HÉROE CUBANO



Dr. René Gómez Manzano

Abogado y periodista independiente

El deceso del Comandante Húber Matos hace recordar la farsa judicial y la injusta condena que sufrió

Ha muerto en Miami un gran patriota cubano: el Comandante Húber Matos Benítez. Por supuesto que la luctuosa ocasión es propicia para rememorar su prolongada trayectoria vital y la lucha larguísima, inclaudicable y permanente que mantuvo por la democracia.

Los inmensos méritos de este personaje histórico son innegables, y seguramente serán descritos de manera más prolija en otros muchos de los artículos que provocará su lamentable deceso. Yo, como jurista, deseo hacer mayor hincapié en el juicio que se le celebró y en las implicaciones legales que tuvo todo ese proceso penal.

Los actos que dieron lugar a la formación de la causa son bien conocidos: Inconforme con el rumbo político pro comunista que la dirigencia encabezada por Fidel Castro le iba dando al país, el Comandante Matos decidió renunciar a su alta investidura. Ésta lo situaba al frente del regimiento “Ignacio Agramonte” que, en aquel tiempo, ocupaba más territorio que cualquier otro del país.

Debe destacarse que Don Húber contaba con el apoyo incondicional de toda su oficialidad. Muchos de sus colaboradores más cercanos lo exhortaron entonces a hacer uso del indudable poderío militar del que disponía. Le sugerían enfrentarse a las políticas del régimen desde una posición de fuerza.

Sin embargo, el Comandante de la Sierra Maestra rechazó esa posibilidad. También objetó la idea, insinuada por alguien de su entorno, de que actuara contra Camilo Cienfuegos, enviado a detenerlo. Muchos han especulado que, al darle esa espinosa encomienda a este último, lo que deseaban sus jefes era provocar actos violentos de los militares del Regimiento “Ignacio Agramonte”. Esto al mismo tiempo habría permitido librarse del popular Camilo y comprometer a Matos y a los suyos.

En definitiva, Don Húber aceptó su arresto. Conducido a la capital, se le incoó una causa criminal destinada a ser conocida por uno de los tristemente célebres tribunales revolucionarios. Como se sabe, a los integrantes de estos órganos —oficiales guerrilleros afines al nuevo poder— les era totalmente ajena la ciencia del derecho.

Sí estaban conscientes de la conveniencia de actuar conforme a las indicaciones del “Máximo Líder”. Unos meses antes, este último había anulado el juicio en el que se absolvió a los pilotos del ejército batistiano acusados por supuestos crímenes de guerra. El presidente de ese Tribunal Revolucionario, el Capitán del Ejército Rebelde Félix Pena, terminó suicidado.

Fue en ese ambiente enrarecido que el Comandante Matos Benítez y un grupo de sus oficiales fueron enjuiciados por quienes hasta poco antes habían sido sus compañeros de armas. Las garantías procesales brillaban por su ausencia. Para ese tiempo, ya el régimen se había hecho con el control de los medios informativos. Por consiguiente, la versión oficialista, repetida hasta el cansancio, fue la que se impuso a la opinión pública.

La interesada y mentirosa prensa castrista presentó la renuncia como una sublevación. Probablemente, se trata del único caso en que un jefe militar que controla una de las seis provincias de un país, y que se entrega prisionero en su propio cuartel sin disparar un tiro, es acusado de intentar un golpe de estado. Por esto se le condenó a veinte años de prisión.

Pero lo más interesante —en mi opinión— fue lo que sucedió poco después del juicio. Conforme he dicho, la renuncia de Húber se produjo en protesta por la infiltración comunista. Esto fue denunciado como una calumnia por el mismo Fidel Castro. Eran los tiempos en que el “Máximo Líder”, interrogado por la prensa extranjera sobre ese particular, hablaba de “humanismo” y de una revolución que no era roja, sino “más verde que las palmas”.

Apenas unos meses después, el decorado cambió por entero. Las invocaciones a las supuestas doctrinas autóctonas quedaron en el olvido. El carácter “socialista” del proceso fue reconocido en abril de 1961. Poco después, incluso esto pareció poco, y se comenzó a hablar de “comunismo”. Fidel Castro reconoció públicamente: “Soy marxista-leninista y lo seré hasta el último día de mi vida”.

A la luz de estas realidades, ¿cómo quedó el Comandante Húber Matos? Ante ese reconocimiento público de que las imputaciones hechas por él eran enteramente ciertas, alguien hubiera podido pensar que su sentencia sería revisada o que, al menos, se dictaría en su favor un indulto u otra medida que le permitiera salir de prisión.

No sucedió nada por el estilo. El insigne prisionero sufrió la injusticia de cumplir hasta el último día de los veinte años que le impusieron. Dentro de la prisión y fuera de ella, mantuvo en todo momento su postura vertical en pro de la democracia y de la libertad de los cubanos. ¡Honremos su ilustre memoria! La Habana, 28 de febrero de 2014.

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