René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
La
impugnación de los resultados oficiales de la reciente elección presidencial
salvadoreña parece infundada
En los recientes comicios presidenciales en El
Salvador, alcanzó la victoria por estrecho margen el candidato del gobernante
Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN), el antiguo jefe guerrillero Salvador Sánchez Cerén. Este
proceso electoral y sus incidencias dan margen para algunos comentarios
oportunos.
Lo que más llama la atención no es el éxito que
logró ese personaje en la segunda vuelta, sino el estrecho margen por el que lo
obtuvo. En la primera ronda, él alcanzó poco menos de la mitad del total de
votos —el 48,93%, para ser exacto—, mientras que su más cercano contrincante,
Norman Quijano, de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), recibió el
38,95%. Esos resultados no fueron impugnados por nadie.
Según el informe del Tribunal Supremo Electoral, en
la segunda vuelta los candidatos oficialistas obtuvieron el 50,11% de los
sufragios. Es decir: Sánchez Cerén y su compañero de fórmula aumentaron su
respaldo popular en sólo el 1,18%. Mientras tanto, Quijano y compañía vieron crecer
su apoyo en más del 10%. Estuvieron a apenas 6.541 votos de sobrepasar a la
candidatura oficialista. Esto merece ser calificado como una verdadera proeza.
En lo tocante al sistema comicial de El Salvador,
cabe destacar las notables diferencias que el mismo presenta con el de
—digamos— la Venezuela chavista. En esta última, las votaciones son
electrónicas, con las consiguientes dudas sobre la fidelidad de los resultados
que se anuncian. Además, en los órganos electorales tienen un predominio total
los partidarios del oficialismo.
En el país centroamericano —por el contrario—, se
utiliza el método tradicional de las boletas de papel, que pueden ser
comprobadas con facilidad. Por otra parte, la Constitución contempla que las tres mayores fuerzas políticas (una
de gobierno y dos de oposición) participen en la formación del Tribunal Supremo
Electoral.
En una palabra: En El Salvador, los resultados están
rodeados de garantías diversas. En estas condiciones, las manifestaciones del
candidato perdedor, que declaró a su formación política “en pie de guerra” por
el supuesto despojo sufrido, parecen exageradas. Sobre todo si tenemos en
cuenta que el órgano rector del proceso comicial, que está integrado no sólo por
gobiernistas, adoptó su acuerdo de manera unánime y en base a una documentación
publicada de modo transparente.
Esa imagen del derrotado, que atribuye su descalabro
a la manipulación de los votos, me recuerda, como jurista, a la actitud que
asumen los perdedores de algunos pleitos. En un asunto jurídico complejo y de
resultado dudoso, en el cual está en juego la interpretación de preceptos
legales y en el que, por definición, cualquiera de las dos partes puede ganar,
no es raro que el cliente vencido dé una explicación facilista del resultado
adverso: “Mi abogado se vendió”.
De manera análoga, no resulta inusual que el
derrotado en una votación cerrada (como la que ahora tuvo lugar en El Salvador)
justifique su fracaso por la manipulación de los resultados electorales. En
este caso, Quijano invoca el supuesto carácter “nada confiable” del Tribunal
Supremo de esa especialidad y su hipotética condición de “vendido a la
dictadura”.
Insisto: Este hecho de que el candidato perdedor y
sus correligionarios de ARENA respiren por la herida, no parece algo
excepcional. Más irritante resulta escuchar críticas acres a Quijano y compañía
transmitidas por la tendenciosa Televisión Cubana, una entidad que, por su
proverbial falta de objetividad, no está legitimada para hacer tal cosa.
Se trata de un supuesto órgano informativo (en
realidad lo es sólo de propaganda y agitación) que se abstuvo de hacer
cualquier tipo de comentario cuando algunos extremistas de izquierdas —por
ejemplo, López Obrador en México o Xiomara Castro de Zelaya en Honduras—
alegaron haber sido despojados de sus hipotéticas “victorias”. ¡Y esto pese a
que la diferencia porcentual entre estos últimos y los respectivos candidatos
triunfadores era muchísimo mayor!
En
definitiva, el pueblo salvadoreño, que es el soberano de su tierra, ha
hablado. Confiemos en que la elección hecha por esos hermanos latinoamericanos
haya sido correcta. Al menos, debemos reconocer que la primera administración
nacional del FMLN, encabezada por Mauricio Funes (con quien el ahora vencedor
actuó como Vicepresidente) evitó caer en el extremismo.
Esperemos que ex jefe guerrillero Sánchez Cerén eluda
la tentación de aplicar políticas sectarias como las de Nicolás Maduro en
Venezuela, y cumpla con el llamado que él mismo ha hecho a sus conciudadanos
para construir en paz, entre todos, un país mejor. La Habana, 17 de marzo de 2014.
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