René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
El
desastre económico instaurado por el régimen chavista en Venezuela se completa
ahora con el racionamiento
Numerosos son los
problemas que en las últimas semanas ha venido confrontando el gobierno de
Nicolás Maduro en Venezuela. Los más graves —a no dudarlo— son los derivados de
la violenta represión que las fuerzas chavistas —uniformadas unas veces y otras
con carácter extraoficial, pero reconocidas por el régimen— han desatado contra
las manifestaciones pacíficas —aunque enérgicas— de la oposición. Por
desgracia, los muertos pasan ya de la veintena.
Mientras corre la sangre, la economía del país
sudamericano continúa su caída libre. Pese a los altos precios del petróleo, el
despilfarro gubernamental ha provocado el control de divisas, que afecta al
capital, al mismo tiempo que sirve como fuente de fáciles ganancias para los
paniaguados del régimen. Éstos logran ingresos millonarios gracias a las tasas
de cambio preferenciales que disfrutan.
El aparato productivo nacional se ha desplomado a
consecuencia de las medidas anti-empresariales aplicadas por el gobierno
bolivariano que, como una especie de nuevo perro del hortelano, ni produce ni
deja producir. El resultado ineludible de ese desastre ha sido la escasez de
productos, que se ha convertido en un mal endémico en la patria de Bolívar.
La propaganda oficial, personificada en las palabras
del ex guagüero devenido presidente, atribuye la gran carestía a “la guerra
económica” supuestamente desatada por la oposición. “¡Nadie tiene excusas para
andar especulando!”, bramó el actual mandamás dirigiéndose a los comerciantes
particulares.
Una vez más, los chavistas, en su intento por
resolver el desbarajuste que ellos mismos han creado con su desgobierno, tratan
de aplicar las recetas que sirvieron a sus mentores de La Habana hace más de
medio siglo. Sólo que hay una importante diferencia: mientras que Castro
controló con rapidez todos los medios masivos de comunicación, en Venezuela,
aunque sometida a un fuerte acoso, subsiste aún una prensa independiente. Hoy,
a ello se suman las modernas redes sociales.
En medio de ese cuadro, Nicolás Maduro y su equipo
se enfrentan a uno de los más espinosos problemas que puede tener ante sí un
régimen dirigista. La piedra de toque ante la que fracasan los más sesudos e
instruidos administradores; el dilema contra el que se estrellan los planes
mejor concebidos: La necesidad de distribuir la miseria.
Las mismas autoridades reconocen que faltan por
completo 28 de los 100 productos de primera necesidad que, por su especial
importancia, son monitoreados con ese fin. Los que sí se encuentran deben ser
adquiridos al costo de largas colas; la alternativa es irse con las manos
vacías.
En medio de la carestía y al amparo del poder
arbitrario, surgen iniciativas demenciales. Ahora mismo, en las tiendas de
Caracas, los parroquianos, para poder adquirir harina o aceite, son marcados en
la muñeca como si de reses se tratara. Las víctimas de esta humillación exhiben
muy ufanos esos signos de infamia ante los dependientes, con tal de poder
realizar las ansiadas compras.
Mientras tanto, el inefable Maduro anuncia muy
orondo lo que, en el paroxismo del descoco, declara ser “un sistema superior”
que, siempre según él mismo, servirá “para aplastar a los especuladores que se
aprovechan”. Tras quince años de
chavismo, la dirigencia bolivariana ha descubierto la cartilla de
racionamiento.
Eso sí, el método es harto moderno, pues empleará
“una tarjeta bancaria electrónica”, según se ha anunciado. Siempre según el ex
guagüero, el invento, que él calificó como “nuevo sistema”, tiene “un conjunto
de componentes” dirigidos a fortalecer “el apoyo de la familia que va a
abastecerse”. La guinda del pavo es un sorteo de premios para quienes participen.
En su permanente huida hacia adelante, los
“socialistas del siglo XXI” se las han arreglado para hundir la economía de
Venezuela de manera constante. No hay que asombrarse —pues— de que cada vez sea
mayor el número de los descontentos con ese sistema incapaz y corrupto.
Mientras tanto, la propaganda oficialista cubana silencia o encubre las lacras
del chavismo.
Recuerdo que lustros atrás, bajo el encabezamiento
“A pesar de su petróleo”, el periódico Granma
publicaba, en tiempos de la llamada “IV República”, un espacio consagrado al
país sudamericano. Esto se hacía bajo presidentes con los que las relaciones se
mantenían tensas por cualquier motivo. Allí se examinaban con lupa los más
nimios pecadillos del gobierno venezolano de turno.
¿No sería correcto y oportuno que los plumíferos
castristas renovaran la publicación de esa sección! ¡No me digan que ahora, en
medio del desbarajuste instaurado tras decenio y medio de chavismo pese a los
precios altísimos del crudo, no resultaría más pertinente que nunca ese espacio
intitulado “A pesar de su petróleo”! La Habana, 12 de marzo de 2014.
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