lunes, 3 de noviembre de 2014

Kim Jong-Un, Raúl Castro y Alan Gross

Dr. René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente

La reciente excarcelación de un estadounidense en Corea del Norte constituye un referente para el gobierno cubano en la solución del caso “Alan Gross”

Raul-Castro-e-Kim-Jong-Un_660x330LA HABANA, Cuba – Recientemente el ciudadano estadounidense Jeffrey Fowle fue liberado luego de permanecer durante casi seis meses en las tétricas cárceles del régimen, en Corea del Norte.
La acusación que pesaba sobre él era francamente alucinante: ¡haber dejado una Biblia en un club nocturno! Pero igual calificación puede dársele a los hechos por los que hoy mismo sigue preso en Cuba el contratista Alan Gross. En el caso de éste, se trató de facilitar unos equipos de comunicación satelital a sus correligionarios judíos de la Isla. Su encarcelamiento representa otra barbaridad propia de regímenes totalitarios.
Quiero aclarar que no es mi propósito defender el monstruoso régimen que impera en la mal llamada República Popular Democrática de Corea. La dinastía reinante en esa mitad septentrional de la península asiática ha establecido y mantenido allí, a sangre y fuego, un sistema totalitario aún más absorbente y cruel que el de Cuba, lo cual es mucho decir. No fue por gusto que Fidel Castro, al regresar de su viaje a Pyongyang, llegó hablando maravillas de la “disciplina” y la “organización” que allá imperan.
Si alguna utilidad ha tenido la maldad de los Kim, ha sido únicamente la de servir como la demostración más evidente e irrefutable del desastre que significa el comunismo donde quiera que se establece. Basta una simple comparación entre las dos mitades de la península coreana.
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Alan Gross, ciudadano estadounidense preso en cárceles cubanas
En la Historia está también el ejemplo de Alemania, pero esa tragedia terminó felizmente hace un cuarto de siglo; además, los rojos de ese país pueden alegar que las zonas más desarrolladas —como el Ruhr— quedaron fuera de su control. En Corea no pueden invocar algo semejante, pues el incipiente desarrollo industrial de la península se centraba precisamente en Pyongyang, la capital norteña.
Pese a ello, vemos que en el sur de ese país imperan la democracia, el desarrollo y la prosperidad. Mientras tanto, los habitantes de la zona septentrional sufren un régimen tiránico y violador de los derechos humanos, y están —además— sumidos en una miseria que a menudo se convierte en indigencia, debido a las periódicas hambrunas que padecen.
A pesar de todo lo anterior, al gobierno del veinteañero Kim Jong-Un hay que reconocerle que, después de encarcelar a Fowle por unos hechos que sólo bajo su tiranía feroz pueden ser considerados delictivos, al menos acertó al enmendar esa arbitrariedad. En la isla antillana no se observa nada parecido. Alan Gross lleva encerrado un lustro por regalar cosas cuya tenencia sólo en Cuba —y en Corea del Norte, claro— está prohibida. Por esos hechos un tribunal comunista le impuso la friolera de quince años de prisión.
Con ese actuar, el régimen de Raúl Castro persigue el objetivo confeso de intercambiarlo por tres espías cubanos encarcelados en Estados Unidos. Las autoridades norteamericanas, con toda razón, rechazan el desigual canje. A pesar de esta esperable negativa, los jerarcas de La Habana no dan su brazo a torcer, y ese empecinamiento lo pagan el infortunado contratista judío y sus familiares, por una parte, y el infeliz pueblo del Archipiélago, por la otra.
Parece increíble que el abominable régimen de Corea del Norte pueda servir como modelo de algo, pero debo reconocer que, tras perpetrar la salvajada de encerrar a una persona por dejar una Biblia en un sitio público, al menos ahora, al cabo de medio año, ha tenido el tino de ponerla en libertad. Con eso ha dado un ejemplo que haría muy bien en seguir el gobierno de Raúl Castro.

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