miércoles, 30 de marzo de 2016

¿Cambiarán las reglas electorales en Cuba?

La dirigencia del país, sin precisar modos ni plazos, ha anunciado cambios a la legislación electoral

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LA HABANA, Cuba.- Falta poco para el inicio del próximo congreso del Partido Comunista de Cuba. En un país estalinista como el nuestro, los eventos de ese tipo constituyen el marco adecuado para formalizar las decisiones más importantes concernientes a la vida nacional. Como la dirigencia —aunque sin precisar modos ni plazos— ha anunciado cambios a la legislación electoral, es probable que el congreso defina al menos los aspectos fundamentales de esa reforma.
En un artículo que publiqué hace varios meses, abordé ese asunto; también planteé cuáles son, en mi opinión, las modificaciones que es menester realizar para que pueda afirmarse que el sistema político cubano ha empezado a moverse hacia la democracia. Mencioné allí la libertad para postular candidatos a todos los cargos electivos, la autorización para realizar campañas (algo que, aunque parezca increíble, prohíbe de modo expreso la ley vigente) y el derecho a que haya representantes de la oposición en las comisiones electorales de todos los niveles.
Insisto en que se trata sólo de los cambios mínimos indispensables. Por supuesto que no tengo objeción alguna a que —digamos— haya observadores internacionales o a que los candidatos alternativos tengan acceso a los medios masivos de comunicación. Tampoco  me opongo a que se elimine la posibilidad (contemplada en la ley actual) de admitir que voten en un colegio electoral ciudadanos que residen en otra provincia, lo cual permite “rellenos” de todo tipo.
Medidas como las planteadas en el párrafo anterior serían justas y correctas. Pero pienso que el grado de hartazgo de la población con el régimen que lo agobia es tan grande, que los castristas, incluso usando las ventajas tramposas con las que hoy cuentan (como el acceso exclusivo a la prensa), no serían capaces de ganar. A condición —claro— de que se cumplan las tres condiciones que señalé de inicio.
Otros compatriotas —como los del proyecto cívico independiente Candidatos por el Cambio— plantean otra serie de requisitos, varios de los cuales me parecen innecesarios, al menos en un comienzo. Entre estos últimos incluyo, por ejemplo: el aumento de la edad electoral y la eliminación del derecho al voto de los militares (sin distinguir entre los de carrera y los simples reclutas).
Sé que, en la elaboración de esa propuesta, no se contó con la colaboración de mi colega agramontista Hildebrando Chaviano (uno de los que figuró en la boleta de su respectiva circunscripción como candidato independiente a concejal). Como se sabe, Candidatos por el Cambio plantea la conveniencia de utilizar las limitadísimas posibilidades que ofrece el actual sistema comicial cubano para avanzar hacia la democracia. Como resulta obvio, esto se refiere sólo a las elecciones municipales, pues ya se sabe que, en las de nivel provincial y nacional, está dispuesto que el número de candidatos sea igual al de los cargos a cubrir.
Esos compatriotas enarbolan la participación de un par de candidatos ajenos al sistema en las últimas elecciones (¡dos entre decenas de miles en toda Cuba!) como una supuesta prueba de las posibilidades reales con las que cuenta la Oposición en ese sentido. Discrepo de ellos. El sistema de nominación existente (mediante votaciones a mano alzada, y esto en un estado-policía como el nuestro) convierten esas aspiraciones en un sueño fantasmagórico.
Algunos disidentes han planteado que Candidatos por el Cambio, con ese actuar, le hace el juego al castrismo. No puedo estar de acuerdo con ese planteamiento. Nada puedo decir sobre el otro candidato independiente, a quien no conozco. Pero sí estoy en condiciones de hablar sobre Hildebrando Chaviano, un hombre honorable, que pertenece a la organización de abogados independientes que presido y utiliza su pluma con destreza para criticar de manera vertical al estado de cosas imperante.
Por eso me opongo a aquella afirmación que hacen algunos. Lo que sí afirmo —con perdón del otro aspirante y de mi colega y buen amigo Hildebrando— es que ellos, aunque ése no sea su propósito, están haciéndole el juego al sistema comicial tramposo que el régimen diseñó para coaccionar a los ciudadanos e impedir la nominación masiva —no digamos ya el triunfo— de candidatos opositores.
Si dentro de unas semanas el congreso del partido único aborda el tema de las reformas a la Ley Electoral, empezaremos a salir de dudas sobre cuáles son las verdaderas intenciones que tiene el castrismo en este terreno. Falta ya poco tiempo. Mantengámonos atentos.

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