lunes, 11 de abril de 2016

Carnival se suma al apartheid cuban

Para lo único que no son discriminados los cubanos que residen en el exterior es para enviar remesas a sus familiares

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Carnival se suma al apartheid impuesto por el régimen castrista a los cubanos
Carnival se suma al apartheid impuesto por el régimen castrista a los cubanos
LA HABANA, Cuba.- A partir del próximo 1ro de mayo los cruceros de la línea norteamericana Carnival recalarán en La Habana, que según la revista Hola es “el destino de moda del año 2016”. Pero los cubanoamericanos que viajen a bordo de los barcos, aun con pasaporte cubano, no podrán bajar a tierra. Y todo por causa de una absurda disposición del régimen castrista que prohíbe que los nacidos en la Isla que residen en el exterior arriben por vía marítima a su país de origen.
Si absurda resulta esta ordenanza, que parece más propia de señores feudales de horca y cuchillo que de un gobierno del siglo XXI por muy dictatorial que sea, es peor, por inaudito, que tal medida sea acatada por una empresa de un país democrático. Carnival se suma así, con su aquiescencia, al apartheid impuesto por el régimen castrista a los cubanos.
Que alguien me avise si esta prohibición de bajar a tierra no es tan discriminatoria como el hecho de que a los cubanos, a diferencia de los hombres de negocios de cualquier nacionalidad para los que expresamente y pensando en sus dólares se creó una Ley de inversión Extranjera, se les impida invertir en su país; que necesiten el permiso de una embajada controlada por la policía política para poder visitar a sus familiares en la isla y los funcionarios-segurosos de estas embajadas se reserven el derecho de negarse a habilitarles el pasaporte a quien entiendan que está involucrado en actividades subversivas.
Para lo único que no son discriminados los cubanos que residen en el exterior es para enviar remesas a sus familiares, pues los euros y los dólares, inexorablemente, irán a parar, al final del camino, a las arcas del Estado cubano —o a la camarilla que lo representa— que es el dueño absolutamente de todo.
Recordemos que hasta hace unos años, no más de nueve, los cubanos, en nuestro propio país no podíamos ni  acercarnos a los hoteles, so pena de que nos acusaran de “acoso al turismo”. Y ahora mismo, cuando ya podemos reservar en los hoteles, si es que disponemos de la fortuna que cuesta, tenemos que soportar prácticas discriminatorias tales como la prohibición de abordar embarcaciones o acceder a determinadas áreas solo para extranjeros.
¿Y todavía habrá alguien que diga que exagero y que esto no se parece al apartheid?
¿Qué pasó con lo políticamente correcto? ¿Se imaginan qué pasaría, de qué magnitud sería el escándalo internacional, si Carnival impidiese bajar a tierra en determinados puertos a negros, árabes, judíos, mexicanos, mujeres u homosexuales?
Pero sucede que la prohibición es para cubanos, y parece que a la dictadura castrista, por fotogénica pese a las mataduras, por envolvente y simuladora o sabrá Dios por qué carajo, todo se le tolera. Así que ni soñar con boicots ni con estrellas de la música pop que se junten para grabar una canción en solidaridad con los discriminados, como aquella de mediados de los 80, donde un puñado de artistas con sensibilidad y principios aseguraban que no irían a tocar a la Sun City del apartheid. A Cuba sí vendrán. Los artistas y los turistas. Y sonarán los cencerros y las maracas. Y lo que es peor: esperarán que nos meneemos, sonriamos y demos brinquitos de satisfacción.

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