lunes, 4 de julio de 2016

Con el aeropuerto por cárcel

Con el aeropuerto por cárcel

La opositora cubana residente en EEUU, Ana Margarita Perdigón Brito, fue retenida arbitrariamente por las autoridades cubanas durante un día
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Terminal 2 del aeropuerto Jose Martí (foto de archivo)
Terminal 2 del aeropuerto Jose Martí (foto de archivo)
LA HABANA, Cuba.- En la mañana de este miércoles, fui despertado por una llamada proveniente de Sancti Spíritus. Desde el teléfono de quien fuera mi suegra, me llamaba una parienta de ésta para informarme que Ana Margarita Perdigón Brito, antigua líder disidente de esa provincia y exesposa mía, había sido retenida al mediodía del martes por las autoridades cubanas al llegar al Aeropuerto Internacional “José Martí” para una visita familiar.
Mi interlocutora, sin precisarme las fuentes de esa información, me comunicó también que, en medio de la tensa situación creada a partir de la arbitraria decisión de los funcionarios castristas, Anita había sufrido lesiones en un brazo, al cortarse con los cristales de una vitrina. Al cabo de veinticuatro horas del arribo de su vuelo, la también fundadora de la agencia de prensa independiente Yayabo Press fue devuelta a Miami.
El caso de mi exmujer resulta harto ilustrativo de los modos en que las acciones del régimen dinástico de La Habana, guiado por su firme vocación totalitaria, ha torcido hasta lo increíble los destinos de sus súbditos. En mayor o menor medida, lo anterior es aplicable a los trece millones de cubanos residentes dentro y fuera del país. Pero en este caso, el bosque no debe impedirnos que veamos uno de sus árboles.
El feliz matrimonio establecido durante años entre Anita y yo, llegó a su término cuando ella emigró. En esa separación desempeñó un papel preponderante su condición de madre: Su hija adolescente Hady, por el solo hecho de ser parienta de una opositora, fue víctima de la discriminación. Las autoridades escolares espirituanas, en una decisión que las retrata de cuerpo entero, plantearon que la niña no podía ser alumna destacada en razón de la postura política de su madre.
Por supuesto que, con esos antecedentes, la jovencita no podía ni soñar con cursar algún día estudios superiores: Ya se sabe que, en nuestra Cubita bella, “las universidades son para los revolucionarios”. Esto, traducido de la neo-lengua castrista al castellano estándar, quiere decir: para los que aparentan ser incondicionales del régimen. A lo anterior se unía la total falta de perspectivas que tiene una persona joven en Cuba. En definitiva, Anita supo ser, como reza la frase hecha, más madre que mujer.
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Ana Perdigón al llegar al aeropuerto de Miami desde La Habana, con la ropa ensangrentada (Facebook)
Terminada con su exilio aquella bella relación que mantuvimos, las noticias de ella que he recibido durante los más de cuatro años decursados desde entonces, han sido esporádicas, y me han llegado fundamentalmente a través de los que fueron mis parientes por afinidad. Esto incluye a mi exentenada, entonces una niña, hoy convertida en una bella mujer.
Supe, por ejemplo, que hace años Anita hizo un primer intento de visitar a su familia. Aquel esfuerzo fue abortado. Recibió la visa que, para escarnio del mismo régimen que ha impuesto esa medida, tiene que solicitar un cubano residente en el extranjero para visitar su propio país. Pero en el aeropuerto de Miami le anunciaron que desde Cuba se habían recibido instrucciones de no permitirle viajar.
Ahora la burla ha llegado al colmo. Esta vez sí pudo volar. Las autoridades castristas le permitieron pisar de nuevo el suelo de su Patria, pero sin salir del aeropuerto de Boyeros. La han sometido, pues, a una especie de nuevo suplicio de Sísifo. Le hicieron creer hasta el último momento que besaría de nuevo a su anciana madre y a otros seres queridos, que vería una vez más su amado terruño espirituano. Todas esas ilusiones se deshicieron al conjuro del abuso y la arbitrariedad.
Hay que estar consciente de las dificultades que enfrenta un exiliado promedio para viajar a Cuba. Es cierto que, si cuenta con un empleo, percibe un salario decoroso (altísimo, si lo comparamos con los jornales de hambre que ofrece el gobierno en su Patria). Pero ello lo consigue sólo trabajando arduamente. Por la misma razón de vivir en un país de alto desarrollo, se ve agobiado por el pago de los impuestos y las cuentas (los bills). Por esa razón, los regalos que trae como si fuera un nuevo Rey Mago, son testimonios de abnegación y frutos del sacrificio. Ahora esto lo ha experimentado en carne propia la que fuera mi esposa.
Por desgracia, la actual situación de Ana Margarita Perdigón no constituye un hecho insólito. De tiempo en tiempo conocemos de algún cubano que sufre también esa modalidad de la arbitrariedad castrista. Por ello la opinión pública nacional e internacional, y en especial los colegas periodistas de la afectada, deben denunciar este atropello sufrido por una madre cubana.

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