miércoles, 10 de agosto de 2016

Los insólitos sucesos de Turquía

Lo que ha sido oficialmente descrito como el fracaso de un golpe de estado en Turquía, ha concitado el interés de la opinión pública internacional en las últimas horas

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Fetullah Gülen a la izquierda y el presidente Erdogan a la derecha (foto: sawirrotv.com)
Fetullah Gülen a la izquierda y el presidente Erdogan a la derecha (foto: sawirrotv.com)
LA HABANA, Cuba.- Lo que ha sido oficialmente descrito como el fracaso de un golpe de estado en Turquía, ha concitado el interés de la opinión pública internacional en las últimas horas. Según fuentes gubernamentales, la sangrienta intentona (que se saldó con no menos de 230 muertos e incluyó ametrallamientos a la población civil y el bombardeo de edificios oficiales en la capital) estuvo encabezada por el exclérigo musulmán Fetullah Gülen, que fue un antiguo aliado político del presidente Erdogan, pero ahora se opone a éste desde su exilio en Estados Unidos.
Distintos órganos de prensa han expresado serias dudas sobre la historia oficial difundida desde los círculos de poder de Ankara. BBC Mundo, por ejemplo, se hace eco de la comparación que el referido líder expatriado hace entre los mencionados sucesos recientes y lo acontecido en Alemania en 1933, cuando Hitler utilizó el incendio del Parlamento “como pretexto para suspender las libertades civiles, arrestar a la oposición y eliminar rivales”.
El hecho cierto es que el propio Recep Tayyip Erdogan calificó lo acaecido como “un regalo de Dios”, y se apresuró —a pocas horas del “fracaso del golpe”— a desatar lo que La Diaria califica como una “purga madre”, que ha incluido el despido de “más de 50 mil funcionarios”. Esta última cifra comprende a no menos de 15 mil empleados del Ministerio de Educación y unos 2.700 jueces y fiscales. También han sido arrestados “casi 8 mil militares”. El gobierno, al amparo de la situación creada, ha ordenado el cierre de 24 emisoras de radio y televisión.
Es verdad que son grandes las similitudes que presenta esta situación con el manejo que hizo Hitler del incendio del Reichstag. No obstante, me parece que, salvando las grandes diferencias en tiempos y características de cada uno de los dos sucesos, resultaría útil hacer una comparación con lo sucedido al comienzo de la Guerra de Corea.
En aquella ocasión, los “antiimperialistas” de siempre atribuyeron el inicio del conflicto a la “agresión yanqui”. Todavía aparece de vez en cuando algún despistado que repite gustosamente la versión norcoreana de la historia. Según esta última, las fuerzas acantonadas en el sur de la península cruzaron el Paralelo 38 con rumbo norte. Las fuerzas dirigidas por el “invencible mariscal de acero” Kim Il-Sung detuvieron el ataque y pasaron de inmediato a la contraofensiva. A 72 horas del inicio de las hostilidades, las tropas comunistas hicieron su entrada en Seúl, la capital sureña.
Con el paso de los años, esa versión ha sido descalificada como una vulgar patraña, y no sólo por fuentes occidentales, sino también por otras provenientes del mismo mundo socialista. Recuerdo haber leído en “Novedades de Moscú” (antes de su prohibición en Cuba por órdenes de Fidel Castro) las declaraciones de especialistas militares soviéticos que planteaban que la versión propalada desde Pyongyang es absurda. El arte militar —afirmaban— nos enseña que es imposible detener una ofensiva enemiga e iniciar un contraataque exitoso en apenas tres días.
Lo sucedido ahora en Turquía recuerda aquellos sucesos de hace dos tercios de siglo: Erdogan, de estar escondido en un hotel costero y encontrarse volando en un avión a punto de ser derribado por la cohetería hostil, pasó a encabezar una represión que en cuestión de horas ha afectado a las decenas de miles de personas arriba mencionadas. La rapidez y la envergadura inusitadas de la respuesta hacen pensar en la existencia de listas negras preparadas de antemano. Los perseguidos —como se ha dicho— incluyen a miles de maestros y jueces. Por la propia índole de sus funciones, ¿qué relación podían tener estos funcionarios con el supuesto golpe de estado!
Las mismas características de este último hacen que se disparen las alarmas. Los participantes en la asonada, presuntamente opuestos a Erdogan y su partido, bombardearon el edificio del Parlamento en Ankara, que cobija a representantes de todo el espectro político turco, incluyendo a opositores. También ametrallaron a los ciudadanos, algo que jamás sucedió en anteriores intentonas análogas. Se trata —obviamente— de un medio nada adecuado para ganarse las simpatías populares.
Desde las filas gobiernistas ya se escuchan los pedidos para restablecer la pena de muerte en el país euroasiático. Este reclamo se hace teniendo en mente a los supuestos golpistas y con la idea de aplicarles a ellos este castigo capital. Por supuesto que si esta iniciativa prosperase, se trataría de una flagrante violación de la ley: No es lícito aplicar a un hecho sanciones mayores a las previstas en la ley vigente en el momento de su comisión.
Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en Turquía. Pero, por el momento, el empleo insistente del término “autogolpe”, y el uso de los adjetivos “extraño”, “apresurado”, “poco creíble” y otros similares para calificar el pronunciamiento, parecen no estar desencaminados.

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