sábado, 3 de septiembre de 2016

¿Rebelión en el imperio de la censura?

Encontronazos entre el más rancio inmovilismo y quienes apuestan por una apertura de espacios a la información

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Karina Marrón, subdirectora del diario Granma, y José Ramírez Pantoja, periodista holguinero expulsado de Radio Holguín
Karina Marrón, subdirectora del diario Granma, y José Ramírez Pantoja, periodista holguinero expulsado de Radio Holguín
LA HABANA, Cuba.- De existir una pugna entre dos facciones de la cúpula gobernante, una más pragmática, partidaria de hacer cambios, por una mera cuestión de supervivencia, y otra ortodoxa e intransigente, cerrilmente opuesta a esos cambios, es en el terreno de la prensa oficialista donde más se hace sentir.
Últimamente, y en particular, a partir del VII Congreso del Partido Comunista, donde logró imponerse la tendencia ortodoxa continuista, los ‘tira y encoge’ más o menos disimulados han pasado a ser forcejeos y amenazan con convertirse en una batalla frontal del más rancio inmovilismo contra los mínimos espacios a la información que parecían estarse abriendo con cautela y timidez en el país.
Y no se trata de los periodistas independientes, contra los cuales, como de costumbre, siguen los arrestos y decomisos de sus instrumentos de trabajo. También son cuestionados y presionados los blogueros de los medios digitales que se muestran moderadamente críticos, “dentro de la revolución”, como Joven Cuba, Periodismo de Barrio, El Toque, El Estornudo, y a los periodistas oficialistas les advierten que tendrán que enfrentar las consecuencias de publicar en páginas digitales financiadas desde el exterior, como OnCuba Magazine o Progreso Semanal, que son calificadas como “contrarrevolucionarias”, aunque en ellas ni por asomo aparezcan comentarios desfavorables al régimen. Y ni pensar en sitios como Diario de Cuba y CubaNet, que han vuelto a ser bloqueados y parece que lo estarán por largo tiempo, a tenor de la insistencia oficial en considerar que Internet es utilizada por el gobierno de los Estados Unidos como “arma de subversión” en contra del gobierno cubano.
Se sabe de varios comunicadores de los medios oficiales que han recibido reprimendas por lo que han escrito en sus blogs. Han sido llamados a ser más “responsables y cuidadosos con sus criterios”, lo que ha llevado a muchos de ellos a preguntarse cuál es entonces la pertinencia de dichos blogs, en los cuales se suponía que podían opinar con un poco más de soltura.
La remoción del coronel Rolando Alfonso Borges de la jefatura del Departamento Ideológico no ha significado un aflojamiento de las tuercas al periodismo, sino todo lo contrario: la mano de los censores sigue bien pesada.
Recientemente fue expulsado de Radio Holguín, donde trabajaba, José Ramírez Pantoja por citar quejas que hubo en una reunión de periodistas acerca del manejo de la información por parte del Estado.
Y ni siquiera escapan de las presiones los corresponsales extranjeros acreditados en el país. Uno de los más veteranos, el uruguayo Fernando Ravsberg, quien lleva más de 20 años en Cuba, primero trabajando para BBC Mundo y actualmente para Público, y quien habitualmente suele mostrarse en sus despachos condescendiente con el gobierno cubano y nada favorable a la oposición, ha tenido que soportar un chaparrón de ataques por parte de destacados testaferros oficialistas, como Iroel Sánchez y Darío Machado, del blog La Pupila Insomne, y Aixa Hevia, la vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), solo por haber comentado el artículo de Machado “Medios de comunicación, democracia y realidades”, aparecido en CubaDebate, y salir en defensa de Ramírez Pantoja.
Aixa Hevia, llegó a sugerir que Ravsberg sea expulsado de Cuba, mientras que Iroel Sánchez, el cíber-esbirro en jefe, uno de los mandamases del Ministerio de Informática y Comunicaciones, nada menos que él, tuvo el cinismo de calificar a Ravsberg de “censor extremista” y “vulgar propagandista”.
Tiene razón Ravsberg cuando explica: “Quieren silenciar a todo el que no puedan utilizar para conseguir sus fines inmovilistas, su objetivo no es la prensa sino detener los cambios que impulsa el propio gobierno cubano”.
En la Unión Soviética, en la época de Gorbachov, la Glasnost, que buscaba generar un estado de opinión favorable a las reformas, tuvo que vencer la resistencia de la burocracia conservadora del Partido Comunista, opuesta a la Perestroika y que se sentía presionada por las críticas de la prensa.
Como decía Yákovlev, uno de los impulsores de la Glasnost, “solo utilizando las herramientas totalitarias es posible desmontar el totalitarismo”.
En Cuba, donde los reformistas no acaban de declararse como tales, los bonzos de la ortodoxia fidelista siguen empeñados en frenar los tímidos cambios raulistas. Y están decididos a que la prensa no les estorbe, sino que contribuya a sus nudos y trabazones, aunque tengan que reducirla aún más a la ridícula condición de mera repetidora de la más rancia propaganda ideológica. Por eso, a pesar de las exhortaciones que realizan desde hace años el vicepresidente Díaz-Canel y el propio Raúl Castro por un periodismo menos triunfalista y más crítico y analítico, las posibilidades de que ese periodismo se concrete, al menos por ahora, parecen bastante lejanas.
luicino2012@gmail.com

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