sábado, 3 de septiembre de 2016

Colombia: ¡Llegaron los Reyes Magos!

La gran noticia de la semana pasada fue sin dudas la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno Colombiano y la narcoguerrilla de las FARC-EP

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FARC y Gobierno colombiano cierran acuerdo final de paz (cambio.bo)
FARC y Gobierno colombiano cierran acuerdo final de paz (cambio.bo)
LA HABANA, Cuba.- La gran noticia de la semana pasada fue sin dudas la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno Colombiano y la narcoguerrilla de las FARC-EP. Por la importancia del acontecimiento, es justo que el anuncio correspondiente, hecho en persona por el presidente Juan Manuel Santos en un elocuente discurso televisivo, haya concitado el interés de la opinión pública. De igual manera, resulta lógico que, a partir de ahora, la atención general se centre en los pasos que se vayan dando para implementar el histórico y abultado documento, que consta de 297 páginas.
Confieso que, al ver ese mamotreto, recordé de inmediato los contratos de adhesión que presentan a sus potenciales clientes determinadas compañías. Son hojas y más hojas que juristas especializados, ex profeso, han redactado en un lenguaje denso y confuso. Las oraciones son larguísimas y complejas, y cuando se llega al final de una, no se atina a recordar cuál es su sujeto. El documento que se presenta a la firma tiene una letra menuda bien difícil de leer. Ocultas en medio del denso bosque de palabras están las cláusulas claves, que nunca dejan de favorecer a la corporación que elaboró el convenio. El objetivo —que casi siempre se logra— es que los clientes firmen sin leer. Incluso los pocos valientes que lo intentan, desisten sin llegar a terminar la primera página.
Cualquiera diría que los redactores del flamante Acuerdo Final de Paz se conchabaron para alcanzar objetivos similares. Fuera de los miembros de las dos delegaciones oficiales, serán poquísimos —pienso yo— los que intenten interiorizar las 297 cuartillas. Apenas los políticos que pretendan especializarse en el tema, algún que otro excéntrico y, por supuesto, los articulistas que aspiren a escribir sobre el asunto de manera documentada y seria. En ese contexto, parece exagerada la vehemencia mostrada por Santos en su alocución, al afirmar con entusiasmo que el texto estará al acceso de todos.
La primera sección del abultado escrito (única de la cual quizás más o menos llegue a enterarse la gran mayoría de los lectores; o sea, aquellos que lo intenten y desistan a medio camino) está consagrada a la “Reforma Rural Integral”. Se trata de un tema que de antemano tiene garantizado un gran éxito de público. Por añadidura, las frases hermosas se suceden una tras otra, sin dar respiro al lector. No cabe dudar que esos planteamientos cautivadores serán aplaudidos por la generalidad de quienes intenten enterarse del contenido del extenso Acuerdo.
Leemos allí: “Bienestar y buen vivir”, “superación de la pobreza y la desigualdad para alcanzar el bienestar de la población rural”, “mecanismos ágiles y eficaces de conciliación y resolución de conflictos”, “planes de acompañamiento en vivienda, asistencia técnica, capacitación, adecuación de tierras y recuperación de suelos”, “un recurso ágil y expedito para la protección de los derechos de propiedad”, “cierre de la brecha entre el campo y la ciudad”. ¿Quién que no sea un miserable puede estar en contra de tan nobles objetivos!
En este caso, los Tres Reyes Magos son sólo dos: uno es el mismo Juan Manuel, el presidente; el otro, como cuadra a un forajido, usa un alias: Timoleón. Las amplias alforjas de uno y otro guardan infinidad de cosas buenas que ofrecen con generosidad a todos los colombianos. Seguimos leyendo en la primera sección del Acuerdo: “garantizar el acceso a internet de alta velocidad en las cabeceras municipales”, “acercar la oferta de servicios de salud a las comunidades”, “telemedicina”, “creación de un modelo especial de salud pública para zonas rurales dispersas”, “vivienda y agua potable”, “educación rural”, “estímulos a la economía solidaria y cooperativa”, “asistencia técnica”, “seguros de cosecha subsidiados”.
Todas las aspiraciones legítimas parecen estar recogidas en el extenso articulado. Ninguna reivindicación válida ha sido olvidada. ¿Pudiera pedirse un inicio más auspicioso para un documento que tanta importancia tiene para el futuro del país sudamericano? La única objeción que uno atina a esbozar es: ¡¿Y para enunciar planes tan generosos era necesario esperar a la firma de un documento con la principal pandilla de alzados en armas contra las autoridades constituidas?!
El Acuerdo Final de Paz en Colombia amerita ciertamente que le brindemos nuestra atención, y en próximos artículos abordaré otros aspectos del mismo.

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