miércoles, 10 de mayo de 2017

Fraude académico en exámenes de ingreso

Las ‘ayudas’ al profesor valen más que el conocimiento del alumno

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Estudiantes de preunivesitario (Foto: Roberto Ruiz/Juventud Rebelde)
GUANTÁNAMO, Cuba.- El fraude académico fue un fenómeno generalizado en la década de los años setenta, cuando la enseñanza, junto con la salud, el deporte y el internacionalismo, se convirtieron en bastiones políticos del castrismo. No podía permitirse que los resultados educativos estuvieran por debajo de los de otros países latinoamericanos.
La matrícula en las secundarias básicas y los preuniversitarios creció extraordinariamente y se creó el Contingente Manuel Ascunce Domenech, formado por estudiantes de preuniversitario, quienes, concomitantemente con la impartición de clases a alumnos tan jóvenes como ellos, debían estudiar la Licenciatura en Pedagogía en la universidad. La calidad de la enseñanza decreció; paradójicamente, los resultados docentes oficiales ascendieron.
En esos años Fidel Castro inauguraba muchas escuelas en el campo y ocupaba hasta cuatro veces a la semana las pantallas de los televisores con largos y cansones discursos donde pregonaba nuestros éxitos docentes. Los directores que obtenían el ciento por ciento de promoción en sus escuelas recibían homenajes, asignaciones de autos, casas, vacaciones en Varadero y viajes por los “hermanos países socialistas”. Obviamente, ningún director quiso quedarse atrás y comenzó “la fiebre del ciento por ciento de promoción”, la primera gran manifestación de corrupción académica en nuestro país.
Aunque la doble moral no es un mal creado por el castrismo ni privativo de Cuba, durante la década de los setenta del pasado siglo comenzó a adentrarse como nunca antes en la conciencia de muchos cubanos. Creo que el fraude académico tuvo mucha incidencia en ello. Los dirigentes castristas afirmaban que debíamos vivir apegados a la verdad y combatir todo lo mal hecho, pero en las escuelas, que junto con la familia juegan un rol esencial en la formación de valores, se practicaba abiertamente el fraude. Quienes tuvieron la osadía de denunciar este fraude y otros fueron calificados como “problemáticos” y excluidos, un método que todavía continúa aplicándose y caracteriza la doble moral del castrismo.
Mientras en los matutinos y reuniones de padres los profesores y directores de las escuelas se pronunciaban contra el fraude, en la práctica lo favorecían de diversas formas. Una de las más socorridas fueron los “repasos” uno o dos días antes de las pruebas, donde los estudiantes conocían las preguntas que, “casualmente”, eran las mismas que aparecían luego en los exámenes. Otra fue permitir que los estudiantes se soplaran las respuestas durante el examen. Pero la más desvergonzada fue la famosa “aclaración de dudas”, acción en la que el profesor de la asignatura revelaba abiertamente las respuestas. Así se obtuvieron aquellos “ciento por ciento de promoción”, de efectos significativos en la moral estudiantil.
Los profesores que se atrevían a desaprobar a algún estudiante eran cuestionados y citados a reuniones donde el director, el jefe de cátedra y los dirigentes del sindicato y del Partido Comunista lo obligaban a “rectificar”. Esa práctica aún existe.
La semilla fraudulenta fructificó en sonados escándalos que hasta la prensa oficialista se vio obligada a denunciar, lo cual dice mucho de la magnitud del evento.
Los exámenes de ingreso, las medidas y el fraude
Este tres de mayo comenzaron los exámenes de ingreso a la educación superior en todo el país, una medida que el Ministerio de Educación (MINED) se vio obligado a imponer ante la carencia de conocimientos con que los educandos arribaban a la universidad.
Muchos estudiantes consideran injusto que estos exámenes otorguen al escalafón la misma cantidad de puntos (50) que la que pueden obtener durante los tres años de evaluaciones docentes, pero con ellos se ha elevado la pauta de la exigencia académica.
Para tratar de impedir el fraude, se ha dispuesto que ningún profesor de la asignatura que se examina esté en su escuela el día del examen, medida adoptada para impedir las “aclaraciones de dudas”. Cuando el estudiante entrega sus respuestas el examen es sellado en la parte donde aparece su nombre y recibe un código. Luego es revisado por profesores que ese mismo día han sido designados para calificar.
A pesar de las medidas dispuestas, todavía el fraude no ha sido eliminado. Un estudiante de la Escuela Vocacional José Maceo, de Guantánamo, hijo de un conocido dirigente guantanamero y cuyo nombre no revelamos por razones obvias, nos confesó que en su escuela los alumnos piden permiso al profesor que está al frente del aula para ir al baño y allí copian las respuestas en las puertas o paredes para favorecer a sus condiscípulos. En el caso de las preguntas de “verdadero” o “falso” tienen establecido un sistema de señas para indicar la respuesta correcta. Esta es la escuela insignia de Guantánamo en la enseñanza media y este alumno es militante de la Unión de Jóvenes Comunistas.
A pesar de que el MINED pretende que los más preparados sean los que accedan a la enseñanza superior, todavía alumnos con una trayectoria académica inferior a la de otros son favorecidos en el escalafón de la escuela gracias a la “ayuda” de alguien.
No obstante a que existe la voluntad de cerrarle el paso al fraude académico, en Cuba existen otros muchos fraudes y no se aprecia ninguna voluntad política para eliminarlos de raíz. Ojalá que muy pronto llegue el día en que para todos los cubanos, comenzando de verdad por los dirigentes, el fraude sea una denigrante acción.

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