miércoles, 10 de mayo de 2017

La desgracia de ser el Tres del régimen

El estigma de ser el tercer hombre en la línea de sucesión al poder, detrás de Fidel y Raúl Castro

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Miguel Díaz-Canel, vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba (express.co.uk)
LA HABANA, Cuba.- En Cuba se le llama “El Tres” al tercer hombre en el poder durante la dictadura comunista. Como han sido muchos, mencionaremos a los que más se destacaron por la fuerza de su caída, la que repercutió no sólo a lo largo y ancho del país, sino fuera del archipiélago cubano.
El Tres, por lo general, no podía poseer carisma, no podía hacer competencia con Fidel, como pudo ocurrir con el carismático Arnaldo Ochoa, que más que un Tres, fue Héroe de la República.
Tenía que ser un señor del montón, de apariencia común, algo así como Armando Hart, Llanusa, Robertico Robaina, Pérez Roque y muchos otros. O con cara de gente muy noble, de esos que no parecen tener buena puntería, como Dorticós, Carlos Lage, o algún otro del que no supimos de su existencia.
Si era calvo, mejor, una atractiva pelambre en la testa podía atraer a las féminas y si no usaba barba, ‘más mejor’. La barba era cosa exclusiva. Siempre del Uno. Ni siquiera el Dos, su hermano, pudo dejársela -dicen que por lampiño- después que se acabó el desfile carnavalesco de los barbudos en La Habana.
Hubo algunos Tres muy silenciosos (porque hay cosas que han de andar ocultas). El difunto de la Guardia fue uno de ellos. En el libro Fin de siglo en La Habana, de los célebres periodistas Rosenthal y Fogel, se dice que fue el encargado de volar el puente de Brooklyn de Nueva York, si Estados Unidos atacaba a Cuba, descubiertos los misiles en 1962. También se le asignó la voladura del edificio de la ONU y hasta de la antena emisora de TV Martí en la Florida. ¿Sería verdad?
Rosenthal y Fogel fueron unos periodistas muy serios. De la Guardia fue fusilado muchos años después.
El resto no tuvo tan mala suerte.
Uno de aquellos Tres que me llamaron la atención fue Carlos Aldana. Lo conocí en prisión, donde me entrevistó durante una hora y lucía una cara estilográfica de oro en el bolsillo de su camisa de marca y una cierta sonrisa que no pude descifrar.
Apareció repentinamente en la escena política cubana en 1986. Era un hombre de Raúl, quien lo mandó a convertirse en militar a una escuela soviética. Como casi todos los Tres, se destacó como líder de la organización de Jóvenes Comunistas y se le editó un pésimo libro de poemas en 1981.
Al parecer, Aldana se dejó cautivar por la Perestroika, porque como había dicho Fidel Castro, “en sus relaciones con los países socialistas, Cuba caminaba a través de un largo túnel, sin ver el fin”. Aun así, Aldana desapareció de golpe, para caer en su casa del Nuevo Vedado y en pijama, donde todavía se le ve en la calle, arreglando su viejo Moscovich.
Hoy día, tenemos a Miguel Díaz-Canel como el Tres. Ya he dicho que es un hombre que ‘sueña’, porque nunca he podido verle los ojos, por mucho esfuerzo que hago ante la pantalla de mi televisor.
Díaz-Canel tiene la mirada perdida en lontananza. De eso lo acusarán en cualquier momento, cuando caiga, tan corpulento, por ley de gravedad, al estilo castrista. Estoy segura de que le tienen guardadas aquellas palabras suyas de 2014, cuando se refirió muy mal a la prensa oficialista que dirige el Comité Central del Partido. Hasta la llamó muy poco profesional.
La misma Mariela Castro Espín sugirió en días pasados a BBC Mundo, que Díaz-Canel se va del aire, como todos los anteriores, cuando afirmó que será una sorpresa quien sustituya a su padre en febrero del 2018. ¿No le correspondería a Díaz-Canel, como vicepresidente?
Seguramente Mariela recordó en esos momentos que en 1989, su padre dijo que no estaba seguro de que la Revolución sobreviviría por largo tiempo a la desaparición de Fidel. Ojalá. De ahí viene la preocupación de Mariela, sus dudas, su incertidumbre.

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