miércoles, 14 de junio de 2017

El general más joven cumple 150 años

Juan Bruno Zayas se ganó la admiración de figuras como Gómez y Maceo

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Juan Bruno Zayas (Getty)
GUANTÁNAMO, Cuba.- Juan Bruno Zayas nació el 8 de junio de 1867 en el entonces aristocrático barrio del Cerro, La Habana, en el seno de una familia conservadora, hace hoy 150 años.
Su padre fue abogado y profesor. Tras la muerte de José de la Luz y Caballero fue designado director del colegio El Salvador, cargo que desempeñó hasta la clausura de ese centro docente en 1869.
La infancia y juventud de Juan Bruno Zayas transcurrió en el Cerro y Puentes Grandes. Quienes lo conocieron aseguran que era serio, enamorado y muy preocupado por su familia, además de buen jinete y hombre de gran sensibilidad humana. Quizás esta última característica fue decisiva para que se decidiera a estudiar la carrera de Medicina.
Fue uno de los jóvenes que frecuentó la acera del Louvre, foco revolucionario durante la etapa colonial. Allí compartió con el General Antonio Maceo en la década de 1890. Muchos de esos jóvenes, entre ellos Juan Bruno Zayas, acompañarían luego al Titán de Bronce en la última guerra por nuestra independencia.
Terminó el bachillerato en 1886 y comenzó los estudios de medicina. Al terminarlos partió hacia la provincia de Las Villas donde se dedicó a ayudar a los sectores más humildes de la población convirtiéndose en un líder natural dentro de las comunidades que atendía.
El general más joven
Cuando el 24 de febrero de 1895 se inició la última guerra por nuestra independencia bajo la dirección de José Martí, Gómez y Maceo, el joven médico contaba con 27 años y se alzó en armas en Vega Alta, Las Villas, el 25 de abril de 1895.
Desde ese momento se destacó por su valentía, al extremo de que muy poco tiempo después los jefes villareños le confirieron el grado de teniente coronel y cuando se organizó el Regimiento de Infantería Narciso, fue designado como su jefe. El 24 de junio de 1895 tomó el mando del Regimiento de Caballería Villaclara y el 15 de agosto de 1895, fue ascendido a coronel y enviado a las fuerzas del Mayor General Serafín Sánchez como Jefe de la Primera División del Cuarto Cuerpo del Ejército. Participó en numerosos combates en esa División y luego se unió a las fuerzas del Generalísimo Máximo Gómez, donde organizó la Brigada Villaclara con el objetivo de participar en la invasión a occidente, esta vez bajo las órdenes del Mayor General Antonio Maceo, con quien llegó a Mantua el 22 de enero de 1896 al frente de la vanguardia mambisa.
Entonces el Titán de Bronce le encomendó que regresara a Las Villas a cumplir una misión, objetivo que cumplió satisfactoriamente. Luego regresó a occidente para reunirse con el legendario mambí con otros 200 hombres. Cuando la invasión llegó a Guane en 1896, Maceo propuso su ascenso al grado de General al Jefe del Ejército Libertador. El 9 de abril de ese año el Consejo de Gobierno le otorgó ese grado convirtiéndose así en el general más joven de las huestes mambisas pues sólo contaba con 29 años.
Poco tiempo después, un delator —no faltaron ayer, tampoco hoy— informó a las fuerzas españolas donde acampaba Juan Bruno Zayas, quien fue emboscado y luego de una resistencia heroica fue herido gravemente. Falleció el 30 de julio de 1896.
Para que se tenga una idea de la valentía de Juan Bruno Zayas bastaría decir que ascendió al grado de General en sólo 14 meses. Engrandece aún más su biografía el hecho de que dos grandes guerreros cubanos de entonces, inscriptos en las páginas más gloriosas de nuestra patria, el Generalísimo Máximo Gómez y el Titán de Bronce, dejaron constancia de la admiración que sentían por el general más joven del Ejército Libertador. El dominicano expresó que Juan Bruno era el Ignacio Agramonte de esa época y Antonio Maceo llegó a afirmar que si él moría, Juan Bruno sería el Jefe de la fuerza invasora. Esas palabras, viniendo de tales hombres, dicen mucho de la valía de este patriota.
Su amor por Cuba era evidente desde su infancia pues uno de sus amigos, Gabriel Zequeiro y Rivero dejó constancia de que en una ocasión un grupo de amigos organizaron una novena para jugar pelota y querían ponerle un nombre. Juan Bruno propuso uno que no agradó al resto de los muchachos pero continuó insistiendo. El nombre que proponía era Cuba. Uno de los muchachos le preguntó por qué quería aquél nombre para el equipo y Juan Bruno, impasible, respondió:
“Sólo así habrá ocasión de gritar ante las barbas de los españoles, ¡viva Cuba!”

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