lunes, 4 de septiembre de 2017

El precio de ser negro en la Cuba de hoy

La sociedad actual muestra nuevas formas de segregación

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LA HABANA, Cuba.- En Cuba, sobre todo para los medios oficiales, el racismo constituye un tema tabú. Hablar de ello es complicado, no tanto por que pueda tocar alguna fibra sensible como por el hecho de que los cubanos no son conscientes de sus prejuicios raciales. Cuando se les pregunta si existe racismo en Cuba, se remiten a las expresiones “mediáticas” de la discriminación racial: “¿Racismo en Cuba? ¡Qué va! Eso que se ve en la televisión aquí no sucede (…) Aquí todos somos iguales”.
Ciertamente, en la sociedad cubana no se registran episodios de violencia relacionados con el tema racial; pero tampoco puede afirmarse que el problema fue erradicado. CubaNet conversó con ciudadanos de distintas razas que reconocen el uso de expresiones discriminatorias de blancos hacia negros, e incluso entre personas de la raza negra.
Algunas frases frecuentemente utilizadas en el ámbito popular delatan el racismo enquistado en la sociedad cubana, y es preocupante que muchos las consideren inofensivas o jocosas. Decir que “el negro, si no la hace a la entrada, la hace a la salida”, o llamar a un hombre “negro de mierda”, son fórmulas comunes que se gritan en plena calle, revelando un conflicto personal que no se traduce en agresión física pero deja ver, en nuestros días, su impacto en el orden social.
Cuba es un país mestizo, de manera que el racismo se expresa, en la casi totalidad de los casos, hacia personas con rasgos obviamente afroides. Podría hablarse incluso de un sistema de racismo escalonado, donde pesan criterios -desde el punto de vista fenotípico- como qué tan negro es, si tiene facciones finas y “pelo bueno”.
Además de los prejuicios heredados de un pasado esclavista, la tendencia de la sociedad actual apunta a una nueva forma de segregación. En el sector privado, por ejemplo, hay pocos emprendedores de raza negra, y en los negocios de gastronomía casi todo el personal de servicio al cliente es blanco o mestizo; mientras los individuos de raza negra se ocupan de recoger, limpiar y botar la basura.
A pesar de que “todos tenemos las mismas oportunidades”, el historial de bajos ingresos y la procedencia de entornos marginales pesa más sobre las personas negras, que se insertan desde la adolescencia en los oficios de obrero calificado, mientras un número atendible de blancos y mestizos perseveran en la superación técnica y profesional.
No es aleatorio que en una brigada de albañiles la inmensa mayoría sean hombres negros; mientras en las cátedras universitarias el fenómeno se muestra favorable a los blancos. Tales diferencias consolidan la errónea percepción de que éstos son más proclives a prosperar y adquirir reconocimiento.
Por otro lado, el índice de criminalidad está muy ligado a la incidencia de personas negras, lo cual contribuye a que dueños de negocios o contratistas en entidades estatales, se dejen influir por prejuicios raciales a la hora de determinar la idoneidad y confiabilidad con vistas a una plaza laboral. Esta realidad que hoy se percibe en la Isla, no es muy distinta de la de otros países con facciones populares y sectores empresariales abiertamente racistas.
La diferencia es que en Cuba el racismo, como la oposición al gobierno, cada quien lo guarda para sí. Una de las entrevistadas por CubaNet considera que la discriminación es menos dañina cuando se mantiene en casa. Si esta mujer manejara un negocio, ¿contrataría a trabajadores negros? El prejuicio obra de manera subjetiva, y así como los cubanos blancos o mestizos no están siempre conscientes de su actitud discriminatoria, hay personas negras que, negando la existencia de prejuicios raciales, los refrendan de modo tajante.
La persistencia de una forma de pensar que se creía desterrada, está justificada, en parte, por el hecho de que la esclavitud en Cuba fue abolida hace apenas 130 años, y algunas formas de segregación eliminadas hace poco más de cincuenta. Todo ese tiempo, en la subjetividad colectiva, es apenas un aleteo; y como el asunto no se debate en la luz pública -por temor a que se convierta en un problema político-, las personas consideran que no es grave; por ende, no hay razón para preocuparse.
Es un error creer que el racismo fue eliminado después de 1959. La práctica diaria de la hipocresía y la mentira han mantenido el problema a raya; pero a medida que cae el manto glorioso del socialismo, emergen los rezagos de un trauma histórico y cultural. Los criterios de los entrevistados y la configuración de la sociedad cubana hacen dudar del impacto de la Revolución en los prejuicios raciales. Peor aún: si se revisa concienzudamente la historia de Cuba anterior a 1959, es posible comprobar que, al contrario de lo que se cree, no fue gracias a la Revolución que los negros recobraron su dignidad.

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