martes, 6 de febrero de 2018

Otro duro golpe a la izquierda en A. Latina

Razón tiene el pueblo al usar una expresión alada de su propia invención: A los gatos no les gusta que los arañen

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Rafael Correa (EFE)
LA HABANA, Cuba.- El pasado domingo, el pueblo ecuatoriano se pronunció sobre las cuestiones sometidas a su decisión soberana por el actual presidente Lenín Moreno. Las preguntas eran siete: de ellas, cinco destinadas a reformar la vigente Constitución, por lo que tenían la condición de referéndum; y otras dos dirigidas a cambiar simples leyes, lo que las convertía en una forma de consulta popular.
Frente a la postura de numerosos partidos —incluso de la antigua oposición— y del Jefe de Estado, los cuales apostaron su futuro político al triunfo del “sí”, se alzaron otras fuerzas que apoyaron la decisión contraria. Quienes respaldaron la respuesta afirmativa alcanzaron una victoria arrolladora. En todas las preguntas obtuvieron más del sesenta por ciento de los votos válidos; en algunas de ellas llegaron a triplicar lo obtenido por sus adversarios.
Entrevistado el mismo día por la emisora chavista TeleSur, el ex presidente Rafael Correa trató de presentar buena cara al mal tiempo. Con la mayor desfachatez, aseguró que la obtención del treinta y pico por ciento de votos negativos a algunas de las interrogantes, constituye un éxito rotundo de su nuevo Movimiento Revolución Ciudadana.
Para hacer esa afirmación, argumentó que él y sus amigos sólo habían dispuesto de menos de un mes para hacer campaña. Por lo visto, considera a sus compatriotas como una especie de minusválidos mentales. Los planteamientos de Correa sugieren que, pese a haber ejercido como mandamás por diez largos años (durante los cuales su imagen jamás abandonó los primeros planos), todavía necesita darse a conocer entre los ecuatorianos.
El ex presidente menospreció el porcentaje de las respuestas afirmativas. Invocó con ese fin un hecho cierto: fueron decenas los partidos y grupos políticos que apoyaron esa opción. Restó importancia —pues— al notable grado de consenso que Moreno logró nuclear en derredor suyo. Sin embargo, con la mayor inconsecuencia, se atribuyó en exclusiva el mérito de todos los votos negativos, a pesar de que, en esa opción, su Movimiento también coincidió con otros actores, incluyendo algunos de la extrema derecha.
Pero por encima de detalles técnicos, lo importante es que, con el firme espaldarazo dado por el pueblo ecuatoriano a la iniciativa de don Lenín, se afianzará la línea más moderada y dialogante instaurada desde su toma de posesión por el primer Jefe de Estado inválido que conoce Nuestra América.
Dentro del referéndum, se destacaron las preguntas 2 y 3. Con la primera, se echó abajo la reelección indefinida en los cargos públicos, que los correístas introdujeron en la actual Constitución para permitir la eternización de su jefe en la primera magistratura. Con la segunda, se desmonta el dominio establecido por esa misma facción extremista dentro del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, órgano que desempeña un papel relevante en la cobertura de importantes cargos públicos.
En su momento, Rafael Correa, quien al parecer temía sufrir una derrota electoral, declinó postularse una vez más para la presidencia. En su lugar, propugnó la candidatura alternativa de Moreno. Todo indica que el fundador de la Alianza País pretendía reeditar en tierras sudamericanas el sainete escenificado en Rusia por Vladimir Putin y Dmitri Medvédev. O sea, que aspiraba a que su sucesor fuese un simple títere.
Pero “le salió la criada respondona”. Al asumir la jefatura del Estado, el nuevo Presidente, sin abandonar su línea de izquierdas, renunció a los hábitos carnívoros de su predecesor y adoptó las prácticas vegetarianas de sus congéneres más morigerados del subcontinente.
Esto despertó las iras de Correa, que por sí mismo, y también con la ayuda de sus incondicionales, arremetió contra el gobierno de Moreno. El primero intentó inclusive despojar a este último del liderazgo de Alianza País. Al adoptar esas posturas, perdió de vista un hecho importantísimo: Por suerte para el Ecuador, ya no es él quien controla lo que antaño se conocía en Cuba como “El Jamón”, ni quien reparte sus codiciadas lascas…
Ahora, el irascible Rafael acusa a Lenín de haber desmontado el estado de derecho en el país sudamericano. Entre los argumentos que esgrime el primero con ese fin, está el rechazo activo manifestado por numerosos ecuatorianos a las caravanas proselitistas encabezadas por el mismo Correa. También el enjuiciamiento y sanción de Jorge Glas, quien fuera su vicepresidente.
Provoca risa la forma en que los “socialistas del siglo XXI” reaccionan a las distintas incidencias del “Escándalo Odebrecht”. Los altos ejecutivos de la gran empresa brasileña, tras obtener un trato benévolo de la Fiscalía a cambio de revelar toda la verdad del caso, empezaron a hacer declaraciones harto comprometedoras para toda una serie de políticos latinoamericanos.
En opinión de los procastristas, cuando las imputaciones abarcan a líderes de Colombia, la República Dominicana o el mismo Brasil (siempre que no pertenezcan al partido de Lula da Silva, claro), ellas revelan toda la podredumbre de la clase política de esas tierras. Cuando, por el contrario, las acusaciones están enfiladas contra personeros del régimen de Maduro o contra el mismo Jorge Glas, entonces se trata de una patraña nauseabunda…
En adición a lo anterior, el inefable Correa, en sus declaraciones a TeleSur, insistió en que, bajo el mandato de Moreno, los tribunales y otros órganos del Estado —supuestamente— han perdido su independencia. ¡Y esto lo afirma el mismo mandatario que amaestró jueces para que impusieran sanciones penales y multimillonarias multas a directores de periódicos hostiles!
No caben dudas, razón tiene el pueblo al usar, en casos como éste, una expresión alada de su propia invención: A los gatos no les gusta que los arañen.

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