lunes, 24 de diciembre de 2018

Alemania indemniza… ¿cuándo lo hará Cuba?

Nuestra historia también encontró su “Kindertransport” en la “Operación Peter Pan”, que trasladó hasta la Florida a cerca de catorce mil niños

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Niña alemana llora en el “Kindertransport” (perfil.com)
LA HABANA, Cuba. – He visto la foto de una niña solitaria que llora tras el cristal de la ventanilla de un tren, y nada es más aterrador que mirar a un niño cuando llora; nada conmueve más que las lágrimas de un chiquillo, y peor resultará si reconocemos el porqué del llanto, la razón de tanta tristeza. Sin dudas la niña de la foto está mirando a alguien que ha quedado en el andén, y ese alguien podría ser su madre, quizá el padre. Sin dudas ella no consigue entender por qué hará el viaje sin que los suyos la acompañen, ningún niño admite alguna “razón” que lo separe de sus padres.
La imagen de esa niña que llora desde la ventanilla ilustra lo que cuenta un artículo que da fe de la decisión del gobierno alemán de compensar económicamente a aquellos que siendo tan chicos fueron separados de sus padres y enviados a Gran Bretaña en aquel tren o “Kindertransport”, que resultó ser la única manera en que podrían, con seguridad, salvarse de los horrores del nazismo. Y esa imagen, y la noticia nueva, me hacen pensar en un gobierno que subió al poder muchos años después de que el fascismo hitleriano provocara aquel desastre, y también me recuerda algunos sucesos de la historia cubana que ponen a su último gobierno muy cerca de los progenitores del holocausto.
Sin dudas nuestra historia también encontró su “Kindertransport” en esa “Operación Peter Pan” que permitió hacer el viaje en aviones, y hasta la Florida, a cerca de catorce mil niños cubanos que, alejados de sus padres, se establecerían en campamentos floridanos y en orfelinatos del resto del país. Esos niños, como aquellos que fueron víctimas del fascismo alemán, tuvieron que ser separados de sus padres después que estos comprendieran, y con mucha razón, que cuando el comunismo se acomodara en el poder las cosas serían diferentes.
Esos padres no querían que el gobierno decidiera por ellos, no pretendían perder la autoridad sobre sus hijos, como en realidad sucedió. Quienes no se montaron en esos aviones, porque no habíamos nacido o porque los padres  creyeron en aquella “revolución tan verde como las palmas”, reconocimos luego que esas escuelas en el campo a donde fuimos enviados para “estudiar” y convertirnos en hombres fuertes y entrenados en el muy duro oficio del campo, eran verdaderos campos de concentración.
Y Alemania ahora decide, con un gobierno democrático y sin relación alguna con los nazis, hacer justicia y reparar, al menos en algo, los horrores de Hitler y el fascismo. Y esa misma Alemania también resolvió, hace poco más de un año, reparar los horrores que se cometieron contra los homosexuales, no solo en tiempos de Hitler. En marzo del año pasado escribí en CubaNet sobre el entusiasmo de Heinz Scmitz, un anciano de 73 años, al enterarse de que el gobierno alemán resarciría con tres mil euros los meses que pasó en prisión, sin que hubiera cumplido los dieciocho años, por tener sexo con otro hombre.
Y en Cuba jamás se pidió perdón por los horrores cometidos contra los homosexuales; ninguno de los hombres encerrados en las UMAP fue indemnizado hasta hoy, a ninguno de ellos se les ofreció un sencillo perdón, como tampoco se arrepintieron por expulsar de la isla a cientos de sacerdotes católicos o por impedir que muchos religiosos llegaran a las aulas universitarias. Hasta no hoy no pidieron perdón, y muchos menos indemnizaron a los hijos que perdieron a sus padres en ajenas guerras africanas.
Cuba no ofreció disculpas a los familiares de los hombres que puso frente a las mirillas de los rifles comunistas después de injustos y apresurados juicios en la Cabaña, pero sí gastó mucho dinero levantado un mausoleo al Che Guevara, responsable de aquellas matanzas,  en Santa Clara. Jamás reconoció este gobierno el error que cometió al encerrar a quienes se contagiaron con el virus del Sida, y lo peor es que se apoyó en el desánimo para gobernarnos, fundó sus fuerzas en nuestras tristezas, sabiendo que esas congojas nos advierten de todo cuanto nos puede dañar. La tristeza es nuestra gran debilidad, la gran fuerza de quien nos abusa, la que hace que nos sintamos como esa niña, en un tren, mirando el mundo a través de la ventanilla de un tren que se pondrá en marcha de inmediato, alejándonos de todo los deseos, de las mejores añoranzas.

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