domingo, 15 de mayo de 2016

El hijo putativo de Kim Il-sung

Cuando habla un representante de Corea del Norte, no hay opiniones personales que valgan

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Alejandro Cao de Benós (Foto: kiwifar.ms)
Alejandro Cao de Benós (Foto: kiwifar.ms)
LA HABANA, Cuba.- Hace apenas unas horas, leyendo una información de CubaNet, recordé unos cómics –“muñequitos” era su nombre cubano– que tenían un título improbable: “Cumbres de tortura”. Hasta hoy me pregunto qué sentido podían tener, para las jóvenes generaciones, aquellas publicaciones, cuyo plato fuerte eran los diversos modos en que, a lo largo de la historia, los seres humanos han martirizado a sus semejantes.
Lo que excitó mi memoria no fueron los suplicios medievales que describía con pelos y señales la extraña edición de mediados del siglo pasado. Simplemente, asocié ideas al leer la noticia sobre un español que funge de representante y vocero de la satrapía estalinista norcoreana. Pensé que un buen título para describir esa realidad sería “Cumbres de chicharronería” (o de obsecuencia, para que no nos acusen de desconocer el castellano estándar).
El aludido hispano no es un desconocido para quienes, como yo, asombrados de que exista en el mundo un régimen aún más atroz que el cubano, nos interesamos en las barbaridades que perpetra la tiranía dinástica de Pyongyang. El señor Alejandro Cao de Benós ha figurado desde hace años, y con cierto destaque, en documentales de agitación que exaltan el comunismo “a la Kim”.
En esos guisos propagandísticos, el mencionado hijo putativo de Kim Il-sung aparece vestido con una stalinka, en la mejor tradición instaurada por el “Padrecito de los Pueblos”, recogida después por Mao Dzedong y eternizada ahora por sus émulos de la desdichada península coreana. Su discurso da fe de una ortodoxia que no tiene nada que envidiar a la de los nativos enquistados en el aparato del Partido del Trabajo. Eso sí, con un legítimo acento castizo.
La actividad de don Alejandro provoca escándalo si la comparamos con la de sus camaradas de trabajo. Estos últimos tuvieron la desgracia de nacer en la mitad norte de aquel país. Sus abuelos y padres no pudieron o no quisieron irse a vivir al sur de la martirizada península –una decisión, hay que reconocer, nada fácil, pues por los tiempos de la guerra en Seúl imperaba  el “gorila” Syngman Rhee–.
Como quiera que sea, los colegas nativos del señor Cao de Benós no tenían otra opción –a no ser, claro, que aceptasen la opresión y las hambrunas que sufren los coreanos de a pie–. Pero obviamente el referido español no enfrentaba tal dilema. Él nació en un país que en la segunda mitad del pasado siglo emprendió el camino de un desarrollo económico acelerado, y desde los setenta se convirtió en una democracia. Entonces, ¿a qué atribuirle su apoyo a ultranza al régimen monstruoso y retrógrado de Pyongyang, si no es a lo que en buen cubano se llama guataquería?
La noticia que provocó todas estas remembranzas consiste en que el mencionado sujeto, que ha alcanzado el dudoso privilegio de ser “el primer representante occidental del Gobierno de Corea del Norte”, “calificó como una ‘traición’ el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos”. Según don Alejandro, esos “avances” han sido alcanzados “a cambio de ceder en su sistema político y su ideología”, lo que constituye “una traición al ideario socialista y revolucionario original”.
Es verdad que Cao de Benós se cubre con una hojita de parra. En la entrevista alega que lo planteado constituye su “opinión personal”. ¡Que se lo crea quien no conozca a ese régimen despiadado y a la gentuza que lo representa! Bajo la férula del joven arribado al generalato y al poder absoluto sin más méritos que ser el hijo de su papá y el nieto de su abuelo, ¡no hay opiniones personales que valgan!
Alegra que cosas como ésa le sucedan al régimen castrista. Les está bien empleado que los estalinistas más ortodoxos los critiquen. Así paga el diablo a quien bien le sirve. Es de ese modo que Kim Jong-un, ahora declarado “Sol del Siglo XXI”, retribuye el suministro de armas que, en violación del embargo decretado por la ONU, intentó realizar subrepticiamente en su favor el gobierno de La Habana.
Volviendo a la información original, hay que decir que la imagen del español que la ilustra –enfundado en un uniforme del ejército norcoreano– vale por mil palabras. ¡Menos mal que es aún joven, y las cabronadas hechas a favor de la dinastía Kim sólo le han procurado unas poquitas condecoraciones que pueden contarse con los dedos de las manos.
Este apapipio, por lo menos, se ha librado del ridículo de los actuales generales norcoreanos sin batallas (no olvidemos que la terrible guerra desatada por la agresión de Kim Il-sung terminó hace 62 años). Esos burócratas militares, por falta de espacio en sus pechos, tienen que ponerse medallas… ¡hasta en los pantalones!
Altos oficiales del ejército norcoreano (Foto: maxoki161.blogspot.com/)
Altos oficiales del ejército norcoreano (Foto: maxoki161.blogspot.com/)

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