viernes, 24 de febrero de 2017

¿La red sigue teniendo huecos?

La salida de cubanos hacia Estados Unidos continúa siendo noticia

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Chequeo de Inmigración en el Aeropuerto Internacional José Martí (habanalinda.com)
LA HABANA, Cuba.­- El diario oficial cubano Granma acaba de publicar un extenso trabajo de Elier Ramírez Cañedo, el cual ocupa sendas páginas completas en los números de lunes y martes. Su título es extenso: “El largo camino hacia la normalización de los vínculos migratorios”. Se citan allí las principales etapas de las relaciones entre ambos países en ese terreno. Pese a la extensión, hay notables omisiones.
La mayor es que no se menciona el cambio sustancial experimentado en el saldo migratorio; el parteaguas que, en ese sentido —y para peor—, representó el triunfo revolucionario de enero de 1959. Antes de ese acontecimiento, Cuba tenía más inmigrantes que emigrantes; tras la trepa de los castristas al poder, hubo un cambio de 180 grados.
Ramírez Cañedo, refiriéndose ya a la versión estadounidense de la etapa pos-revolucionaria, se queja: “Los cubanos no emigraban igual que los dominicanos, mexicanos y puertorriqueños, sino que ‘huían del régimen’”. Aquí sólo hace falta recordar que, en efecto, hasta diciembre de 1958, los compatriotas nuestros que decidían radicarse en otros países constituían excepción. Ahora, “gracias a la Revolución”, son la regla.
El colega oficialista deplora lo que él llama “la alta politización que adquirió el tema”. Critica la pretensión de darles a los cubanos “un trato similar al que recibían los inmigrantes del campo socialista”. ¿Será que don Elier no se ha enterado de que ya a comienzos de los sesenta nuestro país abrazó el marxismo-leninismo y se proclamó parte del “campo socialista”?
Por su tendenciosidad, merece mención especial la descripción de la crisis migratoria de 1980. En nueve extensos párrafos de ambas entregas, el autor alude a “hechos irregulares” en las embajadas de Venezuela y Perú, y describe la penetración de un ómnibus “secuestrado” en el patio de esta última sede diplomática.
Se afirma que este hecho ocasionó “en la arremetida la muerte al custodio cubano Pedro Ortiz Cabrera”. Las circunstancias de que este combatiente resultó occiso por un disparo y que los asaltantes estaban desarmados, son soslayadas pudorosamente por Ramírez Cañedo. La conclusión ineludible (que el vigilante murió baleado por sus propios compañeros) ni se sugiere.
En cualquier caso, el hecho violento motivó que las autoridades retiraran las postas de la embajada andina. En apenas horas, esta festinada decisión demostró ser también torpe: la sede fue invadida por más de diez mil ciudadanos, la generalidad de los cuales eran personas decentes. Claro, no es lo que dice Elier, quien afirma: “El recinto estaba copado en su mayor parte por lumpens, delincuentes y vagos”.
Cualquier individuo racional se preguntaría: ¿Y qué tiene que ver el gran país del Norte en este diferendo entre la isla caribeña y el Perú? En este punto, el escribidor castrista inserta un comentario que pretende explicar esa involucración injustificable: “La campaña mediática estadounidense contra Cuba no se hizo esperar”.
Conviene aclararle que la “campaña mediática” no fue sólo en Norteamérica. Como cabía esperar, el espectáculo grotesco de miles de personas que, al menor pretexto, corren a hacinarse en el patio de una embajada, concitó el natural interés de la prensa en todo el mundo. Pero la mención al “Gran Satán” sirve para alcanzar el objetivo: las embarcaciones de Estados Unidos podrían recoger a quienes desearan emigrar de la Isla.
En este punto de su extenso relato, el plumífero castrista considera oportuno omitir una de las facetas más distintivas de este proceso: las decenas de miles de delincuentes comunes y hasta enfermos siquiátricos sacados de cárceles y manicomios. Eran personas que los patrones de los yates tenían que admitir a bordo, so pena de no poderse llevar a los seres queridos que habían venido a buscar.
Tampoco menciona un importante daño colateral: el perjuicio sustancial que los sucesos del Mariel hicieron a las aspiraciones reeleccionistas del presidente Carter. Pese a los llamados de atención de altos dirigentes del bloque socialista despachados de urgencia a Cuba con ese fin, el “invicto Comandante en Jefe” contribuyó de manera destacada a matar la gallina de los huevos de oro y a propiciar la mudada para la Casa Blanca de un dirigente nada dispuesto a contemporizar: el gran Ronald Reagan.
La idea central que se desea transmitir con el inacabable trabajo es la que da inicio al párrafo final de la entrega: “Actualmente, la Ley de Ajuste Cubano continúa siendo un estímulo importante para la emigración cubana”.
O para decirlo de otro modo: si alguien, desesperado, se lanza desde la azotea de un edificio hacia el vacío, no es porque el inmueble esté en llamas, sino por su confianza ilimitada en los hábiles bomberos que han tendido su red diez pisos más abajo.

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